Él no sólo tenía heridas externas; las más dolorosas eran las internas.
Cuando le hablaban de su familia, lo único que recordaba eran golpes y maltrato.
Hoy, a sus 18 años, se siente recuperado. Sus recuerdos se han ido y puede llevar una vida normal. Ahora él llega hasta la fundación a dar charlas a los niños que residen en el lugar.
Como Mario, en estos siete años la fundación ha atendido cerca de 600 casos.
Según Narcisa Sánchez, misionera, ayudan a 45 niños.
Cuentan con doce responsables, las cuales tienen la función de orientadoras, “hacen todo lo que una madre haría”, dice Sánchez.
La fundación recibe ayuda del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), del Municipio de Portoviejo y de la Arquidiócesis de Portoviejo.
“Además de los voluntarios que ayudan de buen corazón”, cuenta.
Este 2 de agosto celebran su octavo aniversario y tienen pensado presentar su campaña “Amigo de la fundación”, que consiste en que las personas conozcan la realidad de los menores y quieran realizar una ayuda económica o con materiales necesarios en la fundación.