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Las plagas modernas
Las plagas modernas
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 06 Julio 2014 | 04:00

Como las plagas que cayeran sobre Egipto pudiéramos de alguna manera parodiar las dificultades que aquejan a la población de Portoviejo. Recurro a aquella cita bíblica para recordar, en simple lírica, la situación que perdura en la capital de los manabitas, donde los avances de modernidad urbana y servicio público permanecen restringidos.

A modo de ruda comparación, las necesidades persistentes que agobian a los manabitas se mantienen, como las plagas, con presencia permanente o esporádica.
Y es fácil comprobar: 
La ausencia de agua en muchos lugares de la ciudad a pesar de un plan maestro que intenta desde hace 8 años superarla; la limitada capacidad de la recolección de basura por el todavía pequeño parque automotor específico; el deficiente sistema de canalización que provoca inundaciones en varios sectores por la escasa capacidad de evacuación de agua y por la inobservancia en mantener limpio el sistema desde los mismos pozos  de las alcantarillas; las enfermedades que permanecen estacionadas como son el dengue, la tuberculosis, el VIH, la leptospirosis, las afectaciones gastrointestinales, entre otras.
La deforestación de sus colinas, que facilita a que el viento lleve el polvo a la ciudad en verano para que las lluvias lo transformen en lodo en invierno, complicando más la limpieza de la urbe y generando afecciones como gripes y trancazo. A esto se suman los riesgos por la ocupación indebida de las zonas deleznables, que siguen sin control a pesar de que hay herramientas como una ordenanza que señala cota máxima para construcciones, programas de forestación que han quedado sólo en intentos y el establecimiento de un fondo cuyos recursos son desviados a otros menesteres.
Agregamos a ello el estado de las calles, que en su conjunto constituyen vergüenza, a pesar que ahora ha sido superado parcialmente con la ayuda del gobierno, pero con bemoles que no permiten todavía su culminación; y con el esfuerzo municipal que maquilla partes más vulnerables en acción emergente. 
Y como si fuera poco, el tránsito vehicular, que trastorna la urbe especialmente en las llamadas horas picos, descontrolándola, caotizándola, generando una atmósfera de irracionalidad que enerva, enfurece, enajena y estresa a todos: conductores y peatones.
Si bien los problemas citados en líneas superiores son de vital solución, el de tránsito constituirá una gran prueba a la capacidad administrativa municipal, especialmente ahora que por ley asumirá ciertas competencias del  tránsito, por lo que tendrá que velar para que la circulación vehicular en la ciudad no sea un atentado a la seguridad ciudadana. 
Al parecer, una reingienería total será necesaria para saber qué hacer y por dónde comenzar. 
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