Una empresa convierte en juguetes y esculturas de goma uno de los principales desechos del Océano Índico.
Las tortugas confunden este calzado con apetitosas medusas; los pájaros también lo ingieren accidentalmente cuando las olas lo han reducido a trozos muy pequeños.
Julie Church, una científica keniana que en 1997 trabajaba en una reserva marina próxima a la frontera con Somalia, tuvo una idea para empezar a luchar contra la proliferación de este residuo no biodegradable en las costas: convertirlo en arte.
Su empresa, Ocean Sole, fabrica juguetes, bisutería y figuras de colores vistosos con las chanclas que aparecen sucias y rotas en la arena o flotando en el mar.
El litoral keniano es el vertedero al que van a parar todas las chanclas del Índico, tras largas travesías desde las costas de Oriente Medio, el Sudeste asiático o Australia, por una combinación de corrientes.
Ocean Sole factura unos 10 mil dólares por cada mil kilos de chanclas recicladas, recogidas en varios puntos de la costa de Kenia y procesadas después en su taller de Nairobi. Anualmente, la compañía recicla hasta 400 mil kilos de chanclas cada año.