Creo que nadie en sano juicio cuestionaría la esencia misma de una de las más trascendentes obras de este gobierno, dirigido por un profesor universitario desde la presidencia de la República; refiérome a “Yachay”,
la realización educativa de tan alto nivel, que haría del valle de Urququí una suerte del californiano “Silicon Valley” por los jóvenes talentos que ahí ya se están preparando para afrontar-proveer a la sociedad ecuatoriana de un futuro ligado a la ciencia y tecnología, superior en todo sentido. Es entonces esta reciente realidad de Yachay, unida a otras instalaciones semejantes y a la revisión de sistemas con positivas intervenciones en otros niveles de la educación del país, los que pueden considerarse los extremos finales de la educación formal. Pero, observadores con quienes coincido, hacen notar que no se ha conocido o publicitado la transformación del que es el primer extremo o inicial de la educación, fuera de la que los padres en el hogar estamos seguros dan a sus hijos; aludo a los que aún conocemos como “jardines de infantes”, en sus distintos iniciales niveles.
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