Actualizado hace: 939 días 16 horas 50 minutos
Soberanía no es fanfarronear
Soberanía no es fanfarronear
Por: Childerico Cevallos
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Lunes 24 Marzo 2014 | 04:00

La negativa del Gobierno ecuatoriano a aceptar las medidas cautelares que emitiera la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pidiendo suspender la sanción impuesta al asambleísta amazónico Cléver Jiménez, y otros dos acusados de injuriar al presidente Rafael Correa, suma una acción más a la resistencia que protagoniza el régimen a los criterios de la organización internacional que funciona inserta en la Organización de Estados Americanos (OEA).

La razón presentada cita a la autonomía y soberanía nacionales, antepuestas como máximos derechos de las naciones en su cometido de salvaguardar su libertad de administrarse internamente dentro de su propio marco constitucional. Acción inicialmente valedera, aunque en ciertas ocasiones pareciera más como defensa de conveniencias del gobierno de turno y su posición ideológica, antepuesta a los intereses nacionales.
En el presente caso, la conminación de la CIDH está dirigida a suspender momentáneamente la ejecución de la sentencia dictada contra Jiménez y compañeros, hasta que el proceso sea estudiado con detenimiento y  con mayor conocimiento de causa por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que debe emitir un pronunciamiento final sobre la misma. Es decir, al no ser un posición contra la sentencia esta sigue pendiendo, pero otorgando la libertad de los sentenciados hasta que la Corte efectúe la revisión final.
Estas líneas no van contra el derecho al pronunciamiento libre del gobierno a ejercer su derecho soberano, ni mucho menos o más en ese sentido. Tienen, sí, la intención de manifestar la inquietud que genera la manera cómo lo usaría o manifestaría nuestra diplomacia. Reprochar las expresiones y gestos públicos que pudieran semejar más una posición de valentonada y provocación, incluso con ausencia del respeto que obliga la política internacional observar a todas las naciones u organizaciones.
Es decir, un nó a una pobre muestra de diplomacia en nuestras relaciones internacionales, etiqueta del país ante el mundo. Porque habiendo tantas maneras de manifestarse, indudablemente conocidas por nuestros funcionarios, inquieta, agobia, enerva, entristece y hasta avergonzaría el uso de aquellas que nos llevan a incursionar en el campo de la altanería, de la bravuconada, de la insuficiencia en derecho internacional que puede estar haciéndonos caer en el error de mostrar, más bien, síntomas de debilidad, de falta de ingenio, de incapacidad intelectual.
Diplomacia es inteligencia, dominio de personalidad, seriedad, sagacidad, oportunismo, claridad mental y equilibrio espiritual.
Eso es lo que los ecuatorianos debemos proyectar al mundo. Lo contrario nos ubicaría en el plano de la supina fanfarronada.
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