En los tiempos de la revolución francesa, Jean Marie Vincent de Guornay escribió: “Tenemos una enfermedad en Francia que seriamente intenta obstaculizar nuestros esfuerzos, esta enfermedad es llamada buromanía a la que mas tarde llamo burocracia”.

Como vemos, esta enfermedad no es nueva y se viene repitiendo en todo el planeta tierra para desmedro de los  gobiernos y de los  pueblos; y con una desfachatez y descaro que ya resulta intolerante.

En estos tiempos de elecciones, los candidatos a elegirse no solo deben exponer su plan de trabajo, pero más que todo hacer la promesa de que sus colaboradores tendrán que ser escogidos después de un proceso de méritos y oposición, desechando el nepotismo, el compromiso político, el compadrazgo; y de una vez desterrar para siempre a los pipones  que tanto daño han hecho a las entidades que administran nuestro dinero y velan por el bien común. Como todo en la vida, hay personas dentro de las burocracia que sobresalen por su apego a lo justo, al sentido común, a la eficiencia, a la honradez, a lo ético, destacándose dentro de ese mar de corruptelas, dándonos una esperanza para poder decir aún hay tiempo para escoger los colaboradores que estén comprometidos con los propósitos sanos y patrióticos que todo líder político dice profesar.

La revolución ciudadana, en estos siete años, ha experimentado todo tipo de anomalías y corruptelas desde las más altas esferas gubernamentales, como también hemos visto el noble propósito de los muchos colaboradores del presidente Correa que creen en el cambio; y con su esfuerzo patriótico ayudan para alcanzar la equidad e igualdad que todos merecemos.

Respetemos a nuestros opositores cuando sean objetivos, su críticas nos harán ver las fallas a corregir, las enmiendas que hay que hacer, aprender de los errores; y, sobretodo, a todo nivel de gobierno, escoger a los burócratas, ya que sin estos no puede haber gobierno, perpetuándose el adagio, mal con ellos y peor sin ellos.