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Portoviejo
Viven una Navidad sin libertad

Desde el año 2010 Ana (nombre protegido) no pasa la Navidad con su familia. No sólo las separa las rejas de una celda, sino también miles de kilómetros.

Sábado 21 Diciembre 2013 | 04:00

Ana es nacida en Sudáfrica y fue detenida desde hace 3 años por tráfico de drogas. 
Pero ella no está sola. Tiene la compañía de su bebé de tres meses, que lo tuvo dentro del Centro de Rehabilitación Social Femenino Tomás Larrea de Portoviejo. “Es la razón por la que lucho día a día”, testimonia.
Las 24 horas no le alcanzan para velar su sueño. 
Pero no solo el bebé  es el apoyo de Ana.
Gracias a que ha hecho grandes amistades dentro del centro, el niño es cuidado como si fuese de todas.
El tiempo dentro del centro, según Ana, se pasa muy lento. “Cuando recién entré, me sentía terrible. Ahora estoy más tranquila porque tengo la compañía de mi hijo”, afirma.
Ella se arrepiente de sus errores pasados y asegura que, cuando salga, se dedicará a servir a los demás  siendo profesora de inglés.
Entre otras actividades que realizan en el centro figuran coser y bordar, pero para Ana esto no es de su agrado. “Me gusta mucho la computadora. Quisiera aprender a usarla más”, dice.
Por el contrario, Gloria (nombre protegido), es una amante del bordado. 
Constantemente realiza almohadas con los nombres de sus seres queridos que se encuentran en Ibarra. Este oficio también le sirve como fuente de ingresos económicos, pues algunos trabajos de ella son vendidos y así puede pagar la universidad de su hijo. “Gracias a Dios, mis hijos estudian. Uno se ganó una beca para estudiar en Colombia. No se imagina la satisfacción que tengo”, comenta. Ella afirma que desde el centro de rehabilitación, los alienta para que sigan estudiando y sean buenas personas. 
“Yo no estudié la secundaria. Tal vez no me habría pasado todo esto si yo hubiese estudiado. Nuestro pasado ya no es como ahora. Allí no nos obligaban a ir al colegio y peor aún a ser profesionales”, dice.
Gloria está en la cárcel por tráfico de drogas y ahora mira hacia atrás. 
“Escucho a mis compañeras decir que sus hijos tienen problemas con este estupefaciente. Yo, de cierta manera, ayudaba a comercializarla. Me arrepiento tanto de esto. Algunos de los afectados por la droga pudieron haber sido mis hijos”, menciona.
Ella recuerda su Navidad pasada. Cena, familia, amor, es lo que más anhela de aquella época.
“Aquí comenzamos a valorar el verdadero significado de la familia. Me cuesta tanto tenerlos lejos”, lamenta.
Por ser de Ibarra, Gloria no recibe las visitas de los días domingos. “Cada fin de semana miro a las visitas que llegan y ninguna es para mí. Sé que todo este sufrimiento será recompensado cuando yo salga”, señala.
Gloria está segura de que lo primero que hará cuando obtenga su libertad será ir a la iglesia con sus hijos. “Aquí nos tratan bien. Un padre llega a vernos. Eso nos estimula espiritualmente y no permite que perdamos la fe”, menciona.
Arrepentimiento. Este año cumple su tercera Navidad sin arreglar el pesebre en su sala. Ella es Melisa (nombre protegido), otra de las 71 personas privadas de libertad que se encuentran en el centro de rehabilitación.
Hace dos años su vida cambió drásticamente, pues resultó culpable de un asesinato. Ahora siente el apoyo de su familia y de las grandes amistades que ha hecho en el centro de rehabilitación.
Ella está consciente del daño que hizo, por eso, cuando cumpla los 25 años de su sentencia, lo primero que hará será ir a una iglesia a pedir perdón por los errores cometidos y poder sentirse en paz con ella misma, según expresa.
Nostalgia. La Navidad siempre es tiempo de alegría y de compartir con los seres queridos. Este no es el caso de Paola (nombre protegido), quien lleva casi dos años en el centro. 
Para ella, la Navidad es una época de nostalgia, pues en una de estas fechas falleció su padre.
Sin embargo, por sus dos hijas ha tenido que luchar contra este recuerdo y transmitirles ánimo.
Ella espera en esta época la visita de Navidad de sus hijas, pues usualmente no las recibe. 
Paola no espera ser exitosa ni profesional. Tampoco espera tener mucho dinero en su cuenta bancaria. El único deseo que alberga en su corazón es ver a su hija mayor vestida de color rosa en sus fiesta de 15 años.
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