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Juan Saltos Cantos
Sumisión, camino a la enajenación

D ía a día, en las emisiones radiales, televisivas y de periódicos, se emiten reclamos de los más diversos incumplimientos de las necesidades básicas de nuestros pueblos.

Martes 20 Agosto 2013 | 00:00

 La generalidad de estas emisiones es que cada reclamante lo hace por su cuenta, aunque cada reclamo es sobre lo mismo: Necesidades básicas aun insatisfechas. 

En síntesis, podemos afirmar que más del 50% de los manabitas no disponen de agua potable y alcantarillado sanitario, por citar dos ejemplos.
El nudo crítico a resolver es el de que nuestro pueblo racionalice el esfuerzo del justo reclamo, no dispersándose, sino unido en una gran dirección: a grandes problemas, grandes y masivas intervenciones para grandes soluciones. A problemas perennes, soluciones definitivas.
Solo en esta magnitud, los gobiernos de turno activarán su voluntad política para asumir la solución de los problemas que vive nuestro pueblo.
Pero esta idea global y su solución, depende de que los gobiernos locales, parroquiales, cantonales y provinciales, entiendan que su soberanía radica en la vinculación con el pueblo organizado, (no reprimiéndola), para exigir al Estado y gobierno de turno el flujo de recursos para la solución de los problemas que impiden el buen vivir. 
El engolosinarse de sumisión ante los gobiernos de turno es lastimar la autoestima de los pueblos y anular la creatividad soberana de sus reclamos, como es la lucha popular.
Sería interesante que se ponga en la balanza la conducta de sumisión de algunos, con los  resultados tangibles para el buen vivir de sus pueblos. 
No se entiende cómo pueden dormir tranquilos aquellos con la conciencia empalagada de sumisión, si la pobreza aumenta, el pleno empleo se aleja, el hambre lesiona los estómagos, la inseguridad aterroriza a todo mundo.
La democracia no es sumisión; la democracia debe servir para consolidar la soberanía de los gobiernos, soberanía que debe medirse en las necesidades satisfechas de sus pueblos.
Si no hay tal, no es segura nuestra soberanía nacional ante el mundo.
Los medios de información, -privados o estatales-, los partidos políticos, las organizaciones  gremiales, deben construir una pedagogía de la soberanía.
Esto debe ser para dinamizar la movilización popular, tan venida a menos en los últimos tiempos.
Con el respaldo de un pueblo movilizado, no habrá necesidad de la denigrante sumisión a los gobiernos de turno. 
Un pueblo movilizado se cura de la despolitización, del camino a la enajenación.
Y de ser presa fácil de los que necesitan la sumisión, para seguir atropellando sus derechos.
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