Se abrió el portón de la vieja casona en la quinta El Carmen y te afincaste en el corazón más fértil de nuestra floresta, junto al cauce del majestuoso río, circundado de higuerones, entre el vuelo esperanzado de las garzas y el infinito coro de cigarras. Abriste el surco en tus parcelas pedagógicas: De aulas, laboratorios, granjas, talleres, espacios deportivos e internado y fuiste el patriarca del normalismo en la región, enalteciendo la libertad de conciencias para ser libres.
Etapa maravillosa de ensueños compartidos, en la que los espejinos dejamos el aroma juvenil de nuestros años, la pureza del primer amor, la sutileza de la galante serenata, la magia de los bailes de gala, la gallardía en los desfiles cívicos, el honor deportivo, la elocuencia en debates académicos, la kermés de octubre y la práctica docente….
Pero el tiempo es inexorable y ante diversas transformaciones seguiste academizando tu accionar, como lo hiciera el patrono Espejo en la era colonial. Algunos maestros formados en tus aulas regresamos para fortalecer los pilares de la institucionalidad.
En ese bregar, y con un nuevo modelo de gestión idealizado por las políticas del gobierno de la revolución ciudadana, se pone fin a tu trayectoria de 77 años de normalismo en Chone, Manabí y el país.
Para atravesar los eriales de tu gloria, en cada 1 de julio me embriagaré de recuerdos y añoranzas, quizá porque la trascendencia de tu historia marcó afectivamente los sensibles espacios de mi alma. Creo que tu emblemático uniforme no se olvidará mientras en cada hogar exista un espejino, en cada escuela un maestro y en la nueva ruta del talento humano la convicción de educar para servir.
Como Juan Salvador Gaviota, ensayarás un nuevo vuelo y como el ave Fénix resurgirás en el otro paradigma de la formación docente, porque “ fuiste tú la primera señora en marcar el camino con flores y abrir sendas de luz en las almas que ni el tiempo, ni nadie hollará”.
Tu misión se cumplió y tu nombre se perennizó en cada generación que formaste.
Como en la antigua Grecia, durante la conquista de Alejandro Magno, en que sólo se respetó la casa de Píndaro, inclinaremos la frente y pensaremos que allí, tras el viejo portón, se quedó nuestro querido normal.
Por ti, Eugenio Espejo, laureles y gratitud.