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La dignidad
La dignidad
Por: Teresa Loor Molina

Martes 25 Septiembre 2012 | 00:00

La dignidad no se puede: vender, donar, sortear, ni trocar, peor negociar.

Gracias a mis padres tengo mi personalidad definida: mi madre, conservadora; mi padre, enfermo por ese señor que se llama General Eloy Alfaro. Mi padre fue presidente de un partido liberal. Me mandaron a estudiar a una universidad secuestrada por comunistas. De esas tres corrientes digerí lo mejor y deseché lo peor de ellas, de allí que mi espíritu saliera fortalecido. 
Gracias a mis padres porque me enviaron a estudiar a Guayaquil la secundaria, allí me gradué de Bachiller de la República. Lejos de mi provincia la supe valorizar, por su situación geográfica, su ubicación astronómica, así como poseedora del primer puerto marítimo del Ecuador, etc, etc, etc. Me sentí orgullosa de ella y lancé ni origen a los cuatro vientos entre mis compañeros de estudio. Recuerdos del ayer, como si fuera hoy: estábamos en una aula del colegio recibiendo clases con la profesora de Historia, ella nos explicaba sus verdades no afectas al General Eloy Alfaro. Yo, en aquel entonces, era una adolescente y pensé que eran falsas esas aseveraciones; me puse de pie y le espeté: “madre, usted está equivocada”. La madre Cecilia, muy comprensiva y sonriente, me contestó: tu defiendes a Alfaro porque eres manabita. 
Pasado el tiempo, ahora me sentí petrificada cuando me entero por la prensa que hay rectores de universidades que se proclaman directores de partidos oficialistas, cuando un rector debería dedicarse exclusivamente la educación, a orientar a sus alumnos y docentes para que juntos planifiquen el proyecto para ascender al nivel de clase A. 
Un rector tiene la libertad de escoger su ideología, pero para sí, para los suyos, para sus amigos, para el grupo. Yo me pregunto, recordando mi experiencia comentada, : ¿y qué pasará con los estudiantes y docentes que no comulguen con las ideas del rector? ¿Volveremos a la época de los athalas o de los chinos? ¿O nos convertiremos en ese país donde los alumnos que no veneren a San Guevara o a San Fidel pasan a las cárceles o al paredón?. Nosotros los ciudadanos que amamos a nuestra provincia y quienes somos agradecidos con nuestras capital, ciudad que generosa nos trae el pan a nuestras bocas, soñamos con que aparezca el líder que nos inyecte ese reconstituyente que se llama valor para gritarle al mundo que aún conservamos esa heredad que nos legaron nuestro antepasados: La dignidad. Y antes de terminar mi escrito, deseo rendir culto a la señora Blanche Balde de Pablo, una dama que antes que rectora fue una amiga. Paz en su tumba. Al ingeniero Childerico Cevallos C. uniéndome a su dolor por la pérdida de un familiar: su hermana Gina.
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