Hace muy poco escuché un comentario de alguien que admiro a propósito de las elecciones presidenciales en EE.UU. Decía este escritor, periodista y profesor, características de quien aludo en esta nota, algo más o menos así: “las elecciones en esta nación radican básicamente en convencer al electorado sobre cómo y cuantos impuestos se cobrarían: Barack Obama desea más sobre los ricos y Matt Romnney menos. Eso es en esencia”. También agregó que este debate lleva 200 años: “dos de los padres fundadores de la nación, Hamilton y Jefferson, también tenían diferencias sobre el tema y el núcleo de sus divergencias era lo mismo que los candidatos debaten ahora”. Pero hacía notar que nadie, ni los que creen en más o menos impuestos, cuestionaba el sistema. Es decir que “el capitalismo como modo de crecer una sociedad nunca se puso en duda.
Como se puede notar, los impuestos constituyen armas para disparar el crecimiento si se cree en una sociedad donde la iniciativa particular tiene asidero. . Es verdad que el Estado necesita recursos para proveer servicios indelegables: seguridad interna y externa, salud para los más desvalidos, etc,etc, pero también es cierto que un exceso de impuestos es quitar combustible a una locomotora como para obligarla a que ande más lenta. Hay que buscar el equilibrio entonces para que un Estado ofrezca lo que tiene que ofrecer pero que no desaliente a los ciudadanos. Este es el dilema.