Pasan los primeros quince minutos y ninguno aparece. La expectativa se mantiene. Uno de los turistas ve el lomo de un delfín. “Allá, allá, ahí va a salir”, “por la derecha, por la izquierda”, exclaman los visitantes.

¡Uno! ¡Dos!... ¡Cinco! No se divisan más delfines. Son los únicos que se dejaron ver en la mañana del miércoles 18 de julio. “Es que depende de la suerte”, “hay días en que no se ve a ninguno y otros en que sí”, “quizás fueron a buscar alimento a los ríos”, dicen los guardaparques.

El avistamiento de delfines de río es una de las actividades que mueven al turismo ecológico en la Amazonía, en sitios como la Reserva Producción Faunística de Cuyabeno (RPFC). 

Y aunque el Oriente ecuatoriano es uno de los refugios de estos mamíferos, la densidad de los ejemplares es muy baja, a diferencia de otros países sudamericanos. Por eso es considerado en peligro de extinción.

Para conocer el parámetro de abundancia de delfines en la región, un grupo de biólogos de ocho países realiza, desde el 2006, conteos consecutivos por los ríos amazónicos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil, como parte del Programa de Conservación de Delfines de Río de Sudamérica, que durará hasta el 2020.

Han recorrido más de 8.000 kilómetros por los ríos amazónicos de los seis países. En el Oriente ecuatoriano, el número de delfines de río llega a 30 en ocho días de muestreo. No más. A diferencia de Bolivia y Perú, que –en el mismo periodo– superan los 600. Incluso llegan a 1.000, indica el colombiano Fernando Trujillo, experto en estos mamíferos, que lidera los censos de los delfines en las cuencas del Orinoco y del Amazonas. Antes del 2006 no se conocía información suficiente sobre la cantidad y la situación de estas especies en la región.

La estimación total en el país fue de 147 delfines rosados o bufeos y de 19 ejemplares del gris que, comparado con Perú, Colombia y Bolivia, “es relativamente baja”, acota el biólogo, quien aún desconoce las causas de esta realidad, pues faltan estudios de agua y de suelo.