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SUBJETIVIDADES
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Por: Jorge Maldonado
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Miércoles 25 Julio 2012 | 00:00

En forma casi permanente este medio y varios de sus comentaristas, han definido como uno de los condicionantes para ser portovejense, y el más importante tal vez, es sentir amor por la ciudad e interés por la solución de sus problemas.

Pero esos sentimientos necesitan ser canalizados por los líderes individuales e institucionales. Éstos son el nexo entre los habitantes de la ciudad, las personas que estimulan la participación de ellos en los actos colectivos, nombres prestigiosos que tienen fácilmente seguidores, por su gran poder de convocatoria. Personas como don Lutero Santana, como don Sixto Américo Guillén, como el Dr. Ignacio Hidalgo, como Aquiles Valencia, como Cicerón Robles o Rubén Darío Morales y otros muchos cuya principal característica fue la preocupación por la ciudad y el trabajo permanente para concebir iniciativas que empujaran su desarrollo.
Un poco después, todavía estaba el liderazgo institucional de la Confederación Obrera, del Sindicato de Choferes, de la UTM., la UNE y otros gremios que ejercían la necesaria presión, identificados con el interés colectivo.
Desafortunadamente, tal vez faltó preparar la sustitución generacional, o quienes asumieron la calidad de líderes no alcanzaron los valores elevados que conlleva esa condición.
Lo cierto es que casi no existe poder de convocatoria porque paulatinamente y en cada ocasión, surgen voces que intentan descalificar al invitante, debilitarlo porque la mayor parte de las personas buscan réditos políticos que los ubiquen en una candidatura o empleo público importante.
Por todo lo dicho, deberíamos avanzar al fortalecimiento de uno o dos líderes de la ciudad, de entre quienes resulten menos rechazados por la comunidad. Y ahí si, con los ojos cerrados deberíamos fortalecerlo con nuestra presencia en los eventos que convoque, con nuestras ideas e iniciativas y con la opinión expresada acerca de las suyas.
No olvidemos que se trata de cambiar el yo egoísta que se utiliza con tanta frecuencia, por la consideración del colectivo al que nos debemos. Intentaríamos crear un sujeto de muchas cabezas inteligentes aplicadas en forma homogénea a la identificación de soluciones posibles a los problemas de todos.
Y seamos exigentes con quienes pretenden representarnos. Exijamos cuentas a todos, como manda la Ley, y aún sobre ella. Quienes nos dirijan tienen que ser modelos de honestidad en todos los sentidos; dejar de lado las componendas y las decisiones de trastienda; los brazos, las manos y el corazón deben mantenerse abiertos para recibir toda iniciativa bienhechora y toda ayuda al logro de los objetivos.

Exigentes hasta el extremo; quien nos falle tendría que arrostrar de por vida la acusación, porque pondríamos en vigencia la invitación del actual Presidente: “Prohibido olvidar” aún en el juzgamiento de su propio gobierno. 

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