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La chifladura avanza
La chifladura avanza
Por: Luis Herrería
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Sábado 23 Junio 2012 | 00:00

Desde sus inicios, al régimen de la “revolución ciudadana” le viene resultando urticante la prensa libre. De ello no existe la menor duda. Ya han pasado algunos años desde que de una manera vulgar, ajenas a las normas de convivencia, en el mismísimo palacio de Carondelet, el periodista Carlos Jijón, brillante ciudadano por sus conocimientos y sus procedimientos, fue denostado con la frase arrabalera “ándate a la casa de la v…”, en un coro de jóvenes que fueron utilizados para seguir las instrucciones de un “maestro” , que semejaba un diapasón y que estaba poniendo las novísimas y extravagantes bases de “urbanidad” para un “cambio de época”, con que se ha esmerado desde entonces un gobierno ramplón y dicharachero.

El sistema oficial  del insulto ha  mantenido  su  mayor efervescencia  desde las sabatinas,  porque abusando  del  egoísta  monólogo  se apostrofa contra todo y contra todos, nacionales  y  extranjeros, lo cual  al principio  concitó  la atención ciudadana,  para  solo  quedar en   un semanal  soliloquio  que  no tiene   importancia, menos respeto,  por las bascosidades que no se las puede calificar ni siquiera de demagógicas, sino  que se lo califica como una cantera  de lunáticos  improperios que  ya repugnaron  a los habitantes de este país que  si  ha conocido  a políticos que se  han  destacado  por  su oratoria impecable,  donde refulgían  con verdadero  talento e  ilustración. Tanto así, que actualmente hasta los ciudadanos que bajo presión burocrática asisten a esas escenas de baja ralea, oyen pero no escuchan tanto vertedero escatológico.
Junto  al  desopinado  acto  de destrozar  un periódico que no sigue las instrucciones de quien pretende erigirse en el Leviatán descrito  por  Thomas  Hobbes en el siglo XVIII, dispuso con aires imperiales que no le calzan, la desesperada  prohibición de no comprar los diarios y no escuchar las noticias de la televisión adversas a una gobernanza  cuyos funcionarios, en su mayoría, han demostrado incapacidad  e improbidad; resultando mayor  el descrédito cuando por  excepción han surgido unos pocos con méritos, que no pueden demostrarlos por  falta  de personalidad,  que los convierte  finalmente en  parte del séquito amorfo que no piensan en trabajar por el bien común, sino para el halago cotidiano  hacia   el  intemperante  y  revesado mandón.

Por tanto, es una chifladura más que a los ujieres de palacio se les haya ordenado que no concurran a las entrevistas con los medios de comunicación  independientes y que lo hagan, exclusivamente, con los que han sido confiscados. Lo que han conseguido es que la sintonía de  la prensa libre haya captado  más  adeptos y se eleve  a niveles  incomparables, porque  las incoherencias y los disfraces de los medios oficiales son una imitación de las cansinas  y mentirosas  sabatinas.  

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