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El mal de la envidia
El mal de la envidia
Por: Jacinto García Delgado

Jueves 19 Enero 2012 | 00:00

Así de sencillo... “Si los envidiosos volaran, no nos daría nunca el sol”, viejo refrán que alguien lo dijo alguna vez en algún lugar del planeta tierra.

Hay que reconocer que la envidia es un vicio vergonzoso que lo lleva guardado en secreto, hasta que sin documentos probatorios acusa y convulsiona. 

Quizás el principio en que se basa esta mala costumbre está en calumniar por calumniar. 
Entonces, el poder político o social que ejerce el hombre noble y que lo utiliza para servir y buscar soluciones a los problemas que afecta a la colectividad, no tiene por qué ser arrebatado de manera indebida o descontrolada, pensando en el supuesto logro de ciertas prebendas o conquistas salariales. 
Lo esencial del hombre y la mujer es reconocer que nadie tiene nada que no lo pueda tener, pero lo más importante es lo que se es y no lo que se tiene. El deseo de ser como el otro, el sueño de que me toque la lotería que tocó al vecino son cosas lógicas perfectamente comprensibles, pero lo que ya parece carecer  de sentido humano es no saber reconocer los valores, y sin son ni ton tratar de adueñarse del cargo que ostenta el otro. 
Hay que decir que del orgullo, de la pasión, de la cólera pueden surgir acciones positivas; pero de la envidia no sale ni siquiera placer al que la vive practicando, porque lo que solamente trae es disgustos, rencores y rabias. 
Bien vale preguntarnos: ¿Quién es más importante que yo? Respuesta para reflexionar y no dejarnos arrastrar por la envidia, venciéndola a  través de la sensatez, el realismo, el reconocimiento de que la felicidad está en la propia vida,  no en la del otro.  Lo más peligroso de la envidia es que es un defecto que podemos tener sin darnos cuenta. Siendo importante curarla cuando nace y empieza en los niños, tan fácilmente envidiosos de sus compañeros: mientras que en el adulto es un vicio que nace de un corazón torcido. 
El deseo que la propaganda despierta por los nuevos productos y transmite la idea de que no seremos felices  si no los poseemos, a lo mejor es el deseo del envidioso que va hasta el extremo de impulsar a inocentes seres humanos para que fustiguen a dirigentes  constructivos que son ejemplos del cumplimiento, no solamente del deber reglamentario sino del deber entendido. Entonces, si acepta estos actos negativos, es porque está de acuerdo con el deseo incontenible  de aquel protagonista que no ha logrado éxitos, y trata a las malas o por medio de astutos artificios alcanzarlos. Reflexionando: La envidia es un vicio que destruye más al envidioso que al envidiado. De ahí que el envidioso ha sido y seguirá siendo todo un desdichado personaje.
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