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La lujuria de Lugo
La lujuria de Lugo
Por: Luis Herrería
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Sábado 23 Julio 2011 | 00:00

El Presidente de la República de Paraguay, Fernando Armindo Lugo Méndez, ha sido acusado en varias ocasiones de tener relaciones sexuales con jovenzuelas que se le acercaban en los tiempos que oficiaba de Obispo de la Iglesia Católica. Fruto de aquellas aventuras han sido unos niños, cuya paternidad en alguna ocasión fue reconocida y, en otras, desmentidas.

Los extravíos de este don Juan con sotana constituyen un pecado que exigiría, al menos, una unción como lo hizo Hugo Chávez, con la esperanza de salvar el alma por las atrocidades cometidas en el ejercicio de funciones que debieron servir en beneficio colectivo y no para saciar los aborrecibles pecados que cometieron en el frenesí del poder.
Si bien es cierto que Chávez ha atormentado al pueblo venezolano durante 12 años, destrozando la economía de un país rico en petróleo, sojuzgando, además, a los que habitan en la tierra de Simón Bolívar mediante la intimidación y el engaño; no es menos cierto que la lujuria de Lugo es doble: la carnal y la política. Esta última se revela con la arbitrariedad de querer reelegirse como mandatario, parodiando al genocida Alfredo Stroessner, aún cuando la actual Constitución guaraní en su artículo 229 establece que “el Presidente de la República y el Vicepresidente durarán cinco años improrrogables en el ejercicio de sus funciones. No podrán ser reelectos en ningún caso”. Sin embargo, Lugo que logró seducir a incautas,  pero no tiene las capacidades que requiere un estadista, no ha logrado percibir que el ciclo diabólico del “socialismo del siglo XXI” está llegando a su fin, por lo que no solo quedó al descubierto en sus desorbitadas ambiciones, sino que también hizo el ridículo al ser rechazada su antidemocrática pretensión, por unanimidad, en la Cámara de Senadores, lo que convierte al excura en aspirante a formar parte de la galería en que están inscritos los atolondrados como Manuel Zelaya de Honduras.
Da la impresión que los desubicados imitadores entendieron al revés  los consejos de sus audaces preceptores o éstos no tuvieron la suficiente capacidad para explicarles lo que en 1998 un judío-norteamericano, Robert  Greene, escribió sobre “Las 48 leyes del poder”, en el cual comprendiendo la atemporalidad de Nicolás Maquiavelo, aconseja en la ley No 35 al que tiene un deseo vehemente que “domine el arte de la oportunidad”, siendo el criterio que “nunca demuestre tener prisa, ya que el apuro delata una falta de control sobre el tiempo y sobre su propio accionar. Muéstrese siempre paciente, como si supiera que, con el tiempo, todos sus deseos se cumplirán. Conviértase en especialista en el arte de detectar el momento propicio para cada cosa. Descubra el espíritu de los tiempos actuales y las tendencias que lo llevarán al poder. Aprenda a mantenerse a la expectativa cuando el momento propicio no haya llegado, y a golpear con fuerza cuando la oportunidad le sea propicia”. 
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