Se trata que el 1 de julio de este año entró en plena vigencia el Tratado de Libre Comercio de la Confederación Suiza con Colombia, nuestro prominente rival agrícola; y dentro de muy corto lapso se aplicará también para el Principado de Liechtenstein, el Reino de Noruega y la República de Islandia, que ya lo negociaron pero esperan la aprobación de sus respectivos parlamentos.

Recientes estadísticas de la FAO demuestran, por ejemplo, que el consumo de banano en esa región es realmente alto, llegando en algunos casos a 17 kilogramos por persona y por año, con perspectivas que crezca dado el alto poder adquisitivo e importador, con ingresos anuales por persona superiores a los 40 mil dólares; promedio de vida de más de 80 años; nutrida población adulta avanzada, que por recomendación médica es consumidora voraz de vegetales, hortalizas y frutas. La misma fuente indica que Suiza importó 81 mil toneladas métricas anuales de banano, de las cuales 25 mil tuvieron su origen en Ecuador, su primer proveedor. Noruega compró una cantidad similar, 30 mil embarcadas en puertos ecuatorianos, de donde procede el grueso de sus adquisiciones.

Ocurre que con la aplicación del referido pacto,  Colombia podrá exportar hacia esa zona, libre de aranceles y sin afectación de  IVA, bienes agrícolas tales como café y cacao, en grano y procesados; gelatinas, quesos, jugos tropicales, algunos productos de panadería y galletería; preparaciones de frutas y hortalizas; cigarrillos, tabaco,  banano y alimentos acuícolas. Será, por tanto, muy difícil para Ecuador comercializar con estas nuevas reglas que regirán el acceso colombiano a esos  emporios. Las concesiones paisas en esta materia fueron limitadas, puesto que se preservan mecanismos de protección de su agricultura, luego  de una encomiable negociación.

De nuestra parte está muy distante la posibilidad que podamos contar con un instrumento de similar envergadura que nos acerque a naciones de gran capacidad de compra, para la colocación segura y rentable de un gran número de bienes agrícolas que nuestra prolífica naturaleza nos permite cultivar.  <