Creo en ti, ciudad amada. Creo en tu suelo fértil, dador de mangos y tamarindos. Creo en tu clima primaveral en verano y tropical en invierno: generador de refrescantes garúas que son como un canto al agro. Creo en tu río, aunque maltratado, que serpentea ciento de kilómetros dibujando márgenes brillantes, bañando sus riberas, causando metamorfosis en vegas de frutales de rico néctar, y sigue creando pequeñas albarradas donde nadan peces como el chame y la tilapia, continuando hasta la “boca”. Seguramente la desembocadura se convertirá en pequeña represa para calmar la sed de los labradores.

Creo en el gigante valle cantonal, de agricultores, quienes traen el pan a nuestras bocas. Creo en la parroquia Crucita, polo de desarrollo pesquero, turístico y biología marina, con hoteles de siete estrellas. Creo en el nacimiento de un Alcalde que obligue a respetarte como ciudad y a un Prefecto portovejense que defenderá tu cantón. Creo en la prensa como El Diario, por cuya ventana nos asomamos quienes verdaderamente queremos a Portoviejo. Creo en los comerciantes, quienes han transformado tu ciudad en emporio de riqueza económica. Creo en  la mujer del Portoviejo, como la Presidenta de la Cámara de Comercio, quien conserva la ética de sus antepasados. Creo en tu aeropuerto, que a pesar del egoísmo de los malos portovejenses se convirtió en un Icono. Creo en tu historia, que aunque enterrada por los mercaderes de la política resurgirá como Pompeya con magia de Plenilunio.
Parafraseando los versos de nuestro bardo laureado: “Y como reina no permitiremos sigas mancillada por la mano terrible del corsario”. Amén<