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Eduardo Brito Mieles
Un corazón con prisa

Un amigo de ilusiones y jornadas comunes, me dijo ayer que no viviría 100 años como siempre fue su querer. Anhelo ferviente sobre cuya base lucía despierto día tras día, dinámico y festivo. Ahora, a simple vista, luce esquivo, deprimido, incomunicativo.

Martes 12 Diciembre 2006 | 21:47

Sin ganas de ser feliz. En estos días de fin de año, el espíritu de Reimundo es de tono opaco pese al fulgor de la navidad. Por eso nos preocupa la vida de este hombre bueno, tan bueno estéticamente como el aroma que tiene el pan recién nacido. Poco a poco se derrite la vitalidad de esta luz amiga, tan contagiosa en las tertulias de domingo, cuando el alma sale de paseo, liberada del bochorno del reloj y el vestir almidonado para el trabajo diario. Es como si Reimundo cronometrara la actividad de cada uno de sus días y leyera sus resultados. Quiere estar solo, en íntima compañía de su corazón izquémico, de ritmo y tono en descompás. Como si la arritmia le indicara el tiempo de vida que ele queda por su frágil corazón, máquina que puede pararse ya por exceso o déficit de amor; por glotonería que duerme y engorda, privado de la brisa fresca de la misa, más allá de los domingos y sin la amistad leal y sincera de mujer, hombre, libro, deporte y el aire puro del campo verde y el mar. El talante expresivo y contagioso de Reimundo, se apaga con el paso de los días. Habla poco y de manera cortante, como si imitara a Juan Rulfo y con la lectura de sus cuentos, dijera que “los muertos no tienen tiempo ni espacio”, sino la compañía de la soledad, reducido círculo de silencio con el lenguaje del corazón sin armonía que priva de placidez a nuestras vidas. En su soledad, Reimundo es ahora historiador. Más que ayer, lee la Biblia, como “historia de la vida de Dios” en quien se apoya y aprende a vivir más largo y mejor, “aunque Dios sea un secreto que los humanos no llegamos a conocer integralmente”. La fogata de Reimundo se debilita. Verlo así, es sensación enervante, y desconsuelo que nos invade, porque el corazón con prisa lo agita impidiéndole jornadas como las de años recientes, en su oficio de amar, trabajar, intercambiar experiencias intelectuales y estar listo para la asistencia recíproca con sus amigos y el mundo de su entorno académico, cultural y social. Por Reimundo escribo esta nota, y porque los eventos dramáticos de todo ser humano nos pone tristes, como al despedir para siempre a papá y mamá, drama más fuerte, si son ellos, nuestros padres, quienes nos despiden, para con ello acelerar su envejecimiento con un dolor que nunca logran mitigar. El entorno del olvido es dramático, por estar solos como está Reimundo, soledad en sentido de tristeza, retraimiento personal, enclaustramiento y ausencia, sin las luces y bullicio de la ciudad. Reimundo lidia con su corazón que tiene prisa para separarlo de nuestra compañía. En este trance pidió que su viaje final sea con guitarras, armonía y melodía de las voces de sus amigos con los cuales compartió la juventud de ayer, sana y alegre. Con el trino de las golondrinas desplegando sus alas y su canto en el azul del cielo. Esto quiere Reimundo en su adiós cualquier mañana o media noche de tertulia y canción.
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