La teoría dice que una empresa no debe depender de uno o varios clientes poderosos, de uno o dos proveedores porque sencillamente son tan importantes para el negocio que la misma empresa pasa, en la práctica, a estar en manos de ellos: son ellos los que marcan la “cancha”, los que deciden los términos en que se pactan las compras y las ventas y claro, los que no tienen alternativas no les toca más que cumplirlas.