Ha sido un artilugio aplicado por este gobierno en estos cuatro años basado en la inmensa popularidad con la que llegó su principal representante, el actual Presidente de la República, Rafael Correa Delgado, que le permitió ganar las consultas populares convocadas para que el pueblo aprobara abrumadoramente lo que le proponía.

Recordemos que así se alzó con el triunfo en el llamado a la Asamblea Constituyente y para la aprobación de La Constitución de Montecristi, principalmente, que fortificaron y consolidaron el mando en la nación, afirmado con las posteriores elecciones que hasta ahora le permiten gobernar plenamente.
Pero el método aplicado, por más legal que sea, no ha sido el más justo, ni conveniente ni honesto, puesto que se ha jugado con la ingenuidad del pueblo al obligárselo a tomar, con un sí o un no, decisiones en temas de los que nunca fue adecuadamente enterado o explicado. En el caso de la Constitución, ni el 1 por ciento de la población sabía lo que iba a aprobar, según estudios de expertos.
Y así no se hace patria, ni altiva ni soberana. Se construye imperio del que forman parte unos pocos que se valen del liderazgo que quien destaca como mesías ejerce sobre quienes fervientemente desean reales cambios estructuralmente sociales, no paliativos volátiles como son los bonos.
Y mucho menos cuando, con la misma maniobra, se intente intervenir en la Función Judicial, de preguntarse si el pueblo acepta  la reorganización de las cortes, restando la potestad que constitucionalmente tienen otros poderes como el Consejo de Participación Ciudadana y el Consejo de la Judicatura.
Es decir, se usa al pueblo para amoldar el Estado a los intereses del gobierno. Interesante sería que el Ejecutivo, para conocer una real pronunciamiento sincero del ciudadano, pregunte si está de acuerdo con que se suba el precio de los medicamentos.  <