Reuniones y llamados de precauciones se dieron, recordándose que la provincia ha sido castigada en anteriores ocasiones por lluvias intensas, deslaves de colinas, inundaciones de ciudades y aguajes fuertes, que causaron daños, tragedias, muertes que aun son lamentadas. Sin embargo, a pesar que los recuerdos son todavía fuertes, vale señalar que en la provincia no causó alarma en las instituciones públicas o privadas un nuevo castigo de la naturaleza, pues ni la gobernación ni los gobiernos provincial o cantonales, ni las entidades particulares respondieron como era de esperarse al llamado de la Defensa Civil de la provincia. Ahora, pasada la primera alarma, cuando en el exterior ni en el país no se ha vuelto a advertir sobre la cercanía del fenómeno, la inquietud ha pasado a segundo plano, lo que puede ser peligroso. Precisamente, por la ausencia de noticias especializadas provenientes de los organismos técnicos, el gobierno nacional ha reducido su interés y la despreocupación es evidente, en forma riesgosa porque nadie ha dicho que ya no debe temerse una nueva versión de El Niño. La contratación del control y encauzamiento de las aguas de Montesanto, la limpieza y la reconstrucción de los canales de riego del valle de Portoviejo, son apenas dos de las innumerables obras que han quedado como obligación de las anteriores experiencias. Es decir, el Estado se encuentra altamente moroso con la provincia en lo referente a su protección, y es necesario que se retome las medidas de prevención contra inundaciones, deslaves y aguajes, para no ser sorprendidos por el evento de los meteoros destructivos.