El verdadero espíritu navideño, proclamado para el mundo creyente con el advenimiento de Cristo, Hijo de Dios, de cuyas espirituales y sabias lecciones y enseñanzas, hicimos la religión que profesamos la mayor parte del mundo occidental, tiene como base fundamental el amor; amor que es afecto, ternura, cariño, respeto, vivo interés de uno por el bienestar del prójimo, siendo tal todos y cada uno de los miembros de la familia humana.

 Ese mismo sentimiento nos conduce a la fraternidad, a lograr que el ser humano aparte de su mente todo atisbo de querer lograr el dominio sobre otros. A su vez, que esta relación busque la hermandad, utilizando el don de la palabra para convencer y llegar a establecer la armonía social, que basada en el mutuo respeto a las ideas de los demás nos enseñe a elevar el diálogo, como el más idóneo camino para obtener la concordia, y esta a su vez nos conduzca a la paz, un bien inestimable entre los humanos de pueblos y naciones. Es justamente esa paz interna la que más anhela en estos momentos el pueblo ecuatoriano, lo indican todas las encuestas de opinión, queremos la paz, la tranquilidad, el sosiego de todas las familias que hoy esta siendo vejado por una ola delictiva creciente, que ha rebasado todos los límites permisibles, con el cometimiento de atroces delitos que tienen en ascuas al conglomerado social. Por ello, viviendo  el verdadero y auténtico espíritu de la Navidad, invocamos a quienes están investidos del poder dirigencial, a predicar con el ejemplo, y con sus ideas y acciones bajen las tensiones, las polémicas, las mutuas inculpaciones, y unidos construyamos más puentes de voluntad para lograr el amor, la fraternidad y la paz que es el requerimiento mayormente estimado del país. Sea la oportunidad para recordar el iluminado pensamiento de Martin Luther King, que expresara: “Los hombres hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido a vivir juntos como hermanos”.<