Oscar Arias, ex presidente de Costa Rica, ensalzado por incrementar la corta lista de premios Nobel latinoamericanos, el de la Paz, brindó una conferencia en la Cámara de Comercio de Guayaquil , donde se recordó el apoyo que dio la institución a la revolución liberal.
Con una poética introducción “visito aquella tierra que de niño señalaba en el mapa, con pantalones largos en el cuerpo y en el alma”, Oscar Arias se refirió a las cuatro amenazas a la democracia que percibe en la región: la concentración del poder por parte de varios regímenes, justificándose en el voto popular que los llevó al gobierno; el irrespeto a la ley; la debilidad del estado de derecho junto a la ineficiencia de los aparatos estatales para dar los frutos de la democracia y la tentación militar que siempre ha nublado los más claros días de la región.
Para Arias es una falacia que cada país construye su propia democracia, el poder democrático es limitado. El gobernante demócrata tiene oposición política y es controlado por los medios, recibe críticas de los detractores y es supervisado por los otros poderes. Tiene períodos establecidos para ejercer sus funciones. Es autoritario quien rompe estas reglas, dijo.
Es una trampa en la que han caído algunos gobiernos latinoamericanos que interpretan el apoyo popular como un permiso de modificación de las reglas democráticas para implementar su proyecto político. Si la Constitución se interpone, la cambian. Si el Poder Judicial objeta sus decisiones, nombran nuevos jueces, si los medios cuestionan su comportamiento, los cierran. Si sus adversarios políticos se pronuncian, los amenazan y, si su periodo no alcanza, lo prolongan.
Entonces, los aplausos que venían interrumpiendo el discurso llegaron al clímax: estaban oyendo lo que anhelaban: no hacía falta mencionar al mandatario en quien la mayoría de los asistentes pensaban, no en vano le pidieron que hablara de la democracia y la libertad en Ecuador. Prosiguió el doctor Arias: existen gobernantes que se comportan autoritarios pero no son dictadores, la única dictadura es la de Cuba; nos guste o no, todas son democracias en mayor o menor medida, allí incluyó -obviamente sin nombrarlas- aquellas a las que dedicó su crítica anterior. No es aventurado adivinar que el público que aplaudía sin desmayo sufrió una decepción, como si el cantante favorito al final del concierto no pudiera más con su voz.
Y para neutralizar más lo dicho, habló de la ansiedad que genera a los empresarios el pago de impuestos, del dilema de construir estados más avanzados sin éstos. Tanto Arias como la diplomática Hillary Clinton coincidieron: ellos no deben evadirse. Es preferible pagar mayores tributos y transitar por buenas carreteras, mejorar la educación y el sistema de salud. Algunos se quedaron en misa.