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PORTOVIEJO
Periodista de El Diario dice ser sanado por María José

Tenía 7 años cuando por primera vez acudí a una campaña de pastores evangélicos, en el estadio Reales Tamarindos, para que ellos oraran y me sanaran de mis problemas de visión. Después de 12 años, la experiencia se repite.

Jueves 24 Junio 2010 | 20:50



Como todo niño, con mucho optimismo y fe, sentí que mis vistas se quemaban y al abrir los ojos, los problemas en ese momento habían desaparecido.
Ayer, en compañía de Alberto Zambrano, jefe de fotografía  de El Diario, acudimos a la casa de María José, una adolescente supuestamente elegida por Dios para curar y expulsar demonios, actividades que realiza en su pequeña casa, sobre las polvorientas calles de la parroquia San Pablo, para ser exactos en la San Rafael y Manuel Molina.
Humilde vivienda que estaba llena de personas que querían ver a la supuesta sanadora. Algunos hasta la han denominado una profeta.

Experiencia única
Ingresamos, y muy cordialmente nos atendió el pastor evangélico Luis Rosales, quien dijo que lo de María José era obra del Espíritu Santo, ya que Dios había tocado su corazón.
Por su parte, María José comentó que todo empezó el domingo por la noche.
"No sé como explicar ese momento, lo que sé es que fue algo especial para mí, que ha transformado mi vida espiritualmente", dijo la joven.
La entrevista estaba por culminar, de repente ella se levantó de la silla plástica y empezó a dar vueltas sobre mí. Ella vio mis lentes y me preguntó si me quería curar. Es que con el paso del tiempo mis problemas de visión se complicaron al avanzar mi edad.
¡Creo que todas las personas quieren vivir sanas!, le dije.

Susto
La piel se me puso de gallina, mis manos empezaron a sudar y el temor vino a mi mente.
Con sus manos empezó a sobarme la cabeza y sus dedos rozaban mis párpados. "Cierra los ojos", me dijo, y le hice caso. En ese momento me transporté a otro mundo.
Mi cabeza daba vueltas, sólo escuchaba voces, por un momento estuve en la nada mientras ella frotaba mis ojos
Sentía cómo las gotas de sudor rodaban por mi frente, y poco a poco, una luz intensa se acercaba.
Era como cuando una persona cierra sus ojos y le alumbran de cerca con una linterna.
Me transporte a cuando era un niño, y pensé que estaba en el estadio con el mismo pastor de hace 12 años. La experiencia fue la misma.
Escuchaba los murmullos de las personas y sentía las manos de María José sobre mi rostro. Mi corazón latía a mil por hora.
"Cualquier periodista pudo haber venido hasta aquí, pero Dios te eligió a ti", me susurró al oído.
Por un momento no entendía lo que estaba pasando y hasta llegué a perder la noción del tiempo.
Pese a que la pequeña sala estaba llena de gente, no escuchaba nada, soló su voz que me decía una y otra vez "con fe te vas a curar, sólo debes de tener fe".
Por un momento pensé en abrir los ojos, pero no lo hice, creí en ella.
Pasaron varios minutos y María José me dijo que abriera los ojos. Me dio temor, ya que no sabía si en realidad iba a recuperar mi agudeza visual.
Lentamente mis párpados iban abriéndose, y lo inexplicable e inesperado fue lo que ocurrió.
No sé como pasó, pero mi visión ha mejorado, no al cien por ciento como lo quisiera, pero la mejoría es notable.

No entendía lo que pasaba
Las personas gritaban, aplaudían, reían; yo no lograba entender cómo pasó, pero como ella decía: "lo que es imposible para el hombre es posible para Dios".
No puedo explicar mis sensaciones. Las personas me miraban, y mi compañero Alberto me preguntaba cómo me sentía, y mi respuesta, quizás un poco grosera, fue decirle que dejara de grabar.
Aunque hay muchas personas que no creen en este tipo de cosas, viví en carne propia lo que percibe una persona que siente el poder de Dios en su cuerpo, aunque no se sabe si es verdad o mentira, personalmente no lo dudo.

Trabajo periodístico
Pero en fin, así es la vida de un periodista, día a día nos exponemos a peligros en las calles. Esta vez me tocó ser parte de la noticia, aunque todavía no logro asimilar lo que me pasó, estoy contento, porque por un momento mi visión mejoró.

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