Adentrándome en mi subconsciente, vino a mi ciudad cuyos habitantes, con una autoestima elevada y fortalecida,  eran parte de una sociedad emprendedora, decidida a luchar por el progreso, sin descuidar la unión, la calidez de las urbes pequeñas que olía a ceibos, a flores, a mangos  y a tamarindos. Soñe que los transeúntes caminaban por cómodas aceras, con conductores sensibles con el entorno, sin pitos que aturden el alma y la mente. Soñe con mercados limpios, con calles ordenadas donde los informales tenían sus espacios dignos; soñé que acudíamos elegantes al teatro ya inaugurado, me parece que divisé tres puentes a desnivel que despejaban el caos del tránsito y pude ver con satisfacción que mientras arribaban aviones al aeropuerto, salían muchos buses de una terminal terrestre con categoría de capital de provincia. Soñé que nuestro río era limpio, cristalino y nuestras colinas verdes, haciendo juego con el azul del cielo. Soñé con un Portoviejo donde las autoridades buscaban sin descanso la manera de servirla y con ello asegurar un mañana a las nuevas generaciones, soñé que aquellos personajes deponían sus intereses partidistas y que férreamente unidos trabajaban por sacarla del letargo del quemeimportismo. Pude ver que habíamos aprendido la lección, y que en las urnas premiábamos con el voto a los mejores. Soñé que todos éramos héroes, pues nos esforzábamos por tener a nuestra ciudad aseada y hermosa. Soñé con un alcalde que sabiendo que no había recursos en el Estado gestionaba con gobiernos extranjeros, con ONG's, que golpeaba puertas; porque en su campaña había comprometido su palabra y dignidad de mejorar  a esta señorial ciudad manabita. Soñé y fui feliz; ahora que estoy despierta sufro la pesadilla de ver a mi ciudad sumida en el retraso y el abandono. Si este sueño lo tienen más personas, entonces unámonos y tomemos el timón de un barco que sigue anclado al puerto.