Actualizado hace: 937 días 17 horas 33 minutos
MONTAJE
DIARIO DE RODAJE (o los días en el camino)

Cuando supe que la película sería grabada en El Matal supe también que encontraríamos la verdad. Volver al lugar de los hechos, como lo haría un detective privado, le ha dado un clima especial a todo el asunto y siento que, de alguna manera, estando aquí todo se vuelve real: el pueblo entero es un set y sus habitantes el reparto.

Domingo 20 Junio 2010 | 00:00

Además, trabajar en Manabí involucra trabajar con manabitas y eso me hace sentir en confianza. Una de las grandes sorpresas de esta producción es el elenco de actores locales. Varios de ellos, como Lorena Mendoza, Morófilo Cedeño y Javier Pico, vienen de la pequeña pero lanzada industria de cine manaba, me refiero a películas como “Sicarios manabitas” y “El secuestro del presidente”, producciones hechas cuesta arriba, con marcador en contra, bajo presupuesto y la frente en alto. En esto mucho tienen que ver los realizadores Fernando y Carlos Quinto Cedeño, que no son hermanos pero han creado una hermandad de artistas en la provincia. En este barco están también Carlos Valencia (pieza clave en la primera película de Cordero), Hugo Tello (un profesor de educación física de Manta, que antes había actuado sólo en obras de teatro para sus alumnos), Nelly Quevedo (de Calderón, quien actúa por primera vez) y Antonella Alcívar, de Santa Ana, que con apenas quince años ha sido toda una revelación y cuyo talento natural puede llegar muy lejos. Los actores terminan escribiendo la versión final del guión con sus diálogos y el ingenio de sus improvisaciones. Tal vez lo más difícil de hacer ficción sea precisamente  esconder las mentiras, lograr que una escena pase por un trozo de vida. En este sentido hemos sido bendecidos, encontramos a la gente adecuada y nuestra película va tomando forma y ya huele rico.          
Ayer sucedió un milagro. La producción montó una fiesta para una de las secuencias. Eran las últimas horas de la tarde, la luz se nos iba y parecía imposible lograr terminar la escena. Se decidió proceder como si se tratase de un documental: que la gente haga lo que haría normalmente en una situación como esa y que las cámaras se muevan por instinto. Tomamos un riesgo que nos acercó al infarto. Terminamos faltando un cuarto para las siete de la noche, trabajando con luz que el cielo nos daba por goteo, gritando entre nosotros para ubicar a los extras, corriendo desesperados para no aparecer en el cuadro y pidiéndole favores secretos a seres divinos. Vencimos. Al final la fiesta fue nuestra y celebramos la hazaña con un abrazo en plural que todavía nos sostiene.
 

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