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El testimonio de Rosa Villegas

Siendo Rosa Villegas el centro de atención después del suicidio del poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva; acosada por vecinos, amigos y medios de comunicación para conocer la verdad, aparece el testimonio de la mujer que despertó un amor desbordante en aquellos años frágiles del poeta suicida.

Domingo 18 Junio 2006 | 20:51

“El dijo que me amaba, tendría yo entonces entre 14 y 15 años, muy joven, escasa experiencia, fácilmente sugestionable. Fuimos enamorados corto tiempo; si yo lo hubiera amado realmente jamás habría sido feliz a su lado… se inyectaba, pude intuir con la ayuda de mis padres de lo que se trataba. Decidí terminar tales relaciones. Él insistió muchas veces en reanudar aquello. Me lesiona tratar (el asunto de “El alma en los labios”) esa letra me la envió después de haber terminado nuestro enamoramiento, él insistió constantemente; era un manuscrito en tinta roja”. En la reconstrucción de la escena del suicidio, Adolfo Simmons revela el propio testimonio del poeta guayaquileño. Se asegura que a las 08h30 de la noche del 10 de junio de 1919, Medardo Ángel Silva llegó algo trastornado a la casa de Amada Villegas. Se afirma que minutos antes había vaciado el revólver en su casa y le había puesto una sola cápsula. La forma como se presenta la escena del crimen, demuestra la preparación conciente del hecho que iba a suceder. Dice textualmente Adolfo Simmons lo siguiente: “Después de unos minutos de charla con la chiquilla y con la madre, pidió permiso a la señora para hablar a solas con Rosa Amada. En la sala, él le indicó dónde debía sentarse, les esperaba una poltrona. Silva le dijo 4 veces “acércate más y atiéndeme cinco minutos” y como era la cuarta insistencia y cuando ella se disponía a acercarse se oyó una detonación. El poeta había muerto”. Más allá del suicidio del poeta guayaquileño, de los acontecimientos previos a su muerte, lo que realmente merece ser analizado es la capacidad creativa de este escritor, dueño de una sensibilidad, tejida dentro de los esquemas del romanticismo y con un acercamiento a los caudales que venían de norte a sur, con la marcada influencia de Rubén Darío. Hoy nos queda “Alma en los labios” en la entonación de un pasillo que todavía lo cantan los jóvenes en momentos de nostalgia.
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