Aunque resulte duro decirlo (y aceptarlo) esa es la nueva identidad de Portoviejo, que de a poco se ha ido deteriorando hasta convertirse en un gran lodazal con unas pocas lluvias y en la más grande nube de polvo cuando está seco, que complementado con la gran cantidad de huecos y daños en sus calles (casi todas) dan la impresión o que aquí no hay quién ponga orden o que cada uno de nosotros hace lo que nos viene en ganas.