Liechtenstein, un microestado alpino entre Suiza y Austria, se distingue como uno de los países más ricos del mundo. Esto pese a no contar con aeropuerto, lengua ni moneda propias. Con una población de 40 mil habitantes, cero deuda externa y solo siete presos custodiados por 130 policías, el país mantiene una economía próspera y un bajo índice de criminalidad. Ubicado en los Alpes, Liechtenstein depende de los aeropuertos de Suiza y Austria.
Su moneda oficial es el franco suizo, adoptado por su unión económica con Suiza, y el alemán es el idioma principal, aunque no es exclusivo de la nación. Esta configuración, implementada desde el siglo XX, refleja su integración con países vecinos. El país, cuenta con una superficie de 160 kilómetros cuadrados y reporta un producto interno bruto per cápita que lo sitúa entre las naciones más ricas. Eso gracias a su sector financiero y manufactura.
En Liechtenstein no hay delitos ni robos
La seguridad es notable, con 130 agentes policiales supervisando a una población que incluye a unos 40 mil residentes, de los cuales un tercio son extranjeros. Actualmente, solo siete personas están en prisión, lo que subraya un índice de criminalidad excepcionalmente bajo. Esta estabilidad se apoya en la ausencia de deuda externa, un logro que contrasta con muchos países de mayor tamaño.
El gobierno, una monarquía constitucional liderada por el príncipe Hans-Adam II, promueve políticas fiscales favorables que atraen empresas internacionales. El país, fundado como principado en 1719 y separado de la Confederación Germánica en 1866, ha evolucionado de una economía agraria a un centro financiero. Su ingreso per cápita supera los 187 mil dólares anuales, según estimaciones recientes, superando a naciones como el Reino Unido.
Rodeado de castillos medievales y paisajes alpinos
La falta de aeropuerto no limita su conectividad, ya que cuenta con un eficiente sistema de transporte terrestre y buses que lo vinculan con Suiza y Austria. Liechtenstein, miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio y el Área Schengen, pero no de la Unión Europea, atrae a visitantes por sus castillos medievales y paisajes alpinos.
La población, que incluye más empleos que habitantes, recibe a trabajadores de zonas fronterizas. Las autoridades mantienen operativos para preservar esta estabilidad, mientras el bajo número de presos refleja una sociedad con alta confianza y cohesión. Este modelo económico y social posiciona a Liechtenstein como un caso único, demostrando que tamaño y recursos propios no son barreras para la prosperidad.