El 5 de septiembre de 1782, la plaza mayor de La Paz fue escenario de una de las escenas más crueles de la represión colonial. Atada a la cola de un caballo, arrastrada por las calles, colgada y finalmente descuartizada, Bartolina Sisa fue ejecutada como escarmiento público. Tenía apenas 29 años. Su delito: haber liderado, junto a Túpac Katari, uno de los levantamientos indígenas más grandes contra el dominio español.
Sisa había nacido el 24 de agosto de 1753 en Caracato, en el actual departamento de La Paz. Hija de comerciantes de coca y tejidos, desde niña recorrió mercados y caminos, testigo del despojo y del desprecio hacia su cultura. A los 19 años ya era independiente económicamente, pero también consciente de la violencia que pesaba sobre su pueblo: impuestos abusivos, trabajo forzado en las minas, saqueo de recursos y una constante negación de la identidad indígena. Aquella injusticia encendió en ella un fuego que más tarde ardería en forma de rebelión.
La lucha de Bartolina Sisa y su pareja
En 1772 se casó con Julián Apaza, conocido después como Túpac Katari. La pareja compartió más que un hogar: una convicción común de que el sistema colonial debía ser combatido. Juntos organizaron batallones y levantamientos que alcanzaron su punto más alto en 1781, con el histórico Cerco de La Paz.
El 13 de marzo de ese año, más de 80 mil insurgentes rodearon la ciudad, cortando accesos de agua y alimentos. El poder colonial, que parecía indestructible, se tambaleaba. Bartolina asumió un rol central: dirigía el frente de Pampahasi, establecía campamentos en El Alto, Chacaltaya y otros puntos estratégicos, organizaba la logística y comandaba tropas. No era acompañante ni símbolo: era estratega y jefa militar. Fue proclamada “Virreina del Inca”, un título que reflejaba la autoridad real que ejercía.
Durante 109 días, el cerco mantuvo a La Paz aislada. El hambre y la desesperación golpeaban a las autoridades coloniales, que enviaron 300 soldados solo para intentar capturar a la mujer que se había convertido en su mayor amenaza. No lo lograron. Sin embargo, las divisiones internas y la llegada de refuerzos españoles terminaron por quebrar el sitio. El 2 de julio de 1781, Bartolina fue traicionada y entregada.
En la cárcel fue torturada
Desde la cárcel, resistió torturas y humillaciones. Fue obligada a presenciar el descuartizamiento de su compañero, Túpac Katari, pero no cedió. Organizó incluso nuevos intentos de rebelión desde prisión. Cuando se le preguntó por qué había tomado las armas, respondió sin vacilar: “Para que, extinguida la cara blanca, solo reinasen los indios”.
Su muerte no significó derrota. Dos siglos más tarde, en 1983, organizaciones indígenas reunidas en Tihuanacu, Bolivia, decidieron declarar el 5 de septiembre como Día Internacional de la Mujer Indígena. No fue un gesto simbólico, sino un acto político: rescatar la memoria de mujeres invisibilizadas que sostuvieron comunidades, lideraron rebeliones y mantuvieron viva la resistencia.