Paola Castillo: Tres nacionalidades, una misión por la salud pública

Paola Castillo, médica epidemióloga con raíces en España, Panamá y Ecuador, comparte su trayectoria profesional y personal. Con 15 años de servicio en el sistema de salud pública ecuatoriano, lidera estrategias de prevención y control de enfermedades en Manta.
Paola Castillo es madre de cuatro hijos, apasionada por su carrera y comprometida con la comunidad.
Paola Castillo es madre de cuatro hijos, apasionada por su carrera y comprometida con la comunidad.
Paola Castillo es madre de cuatro hijos, apasionada por su carrera y comprometida con la comunidad.

Carla Mendoza

Redacción ED.

Carla Mendoza

Redacción ED.

Periodista manabita. Nació en Portoviejo el 4 de julio de 1977. Estudió periodismo en la Universid... Ver más

Paola Castillo nació el 18 de julio de 1980 en España. Es médica general, epidemióloga de campo y está culminando una maestría en gerencia de instituciones de salud. Con nacionalidad española, panameña y ecuatoriana, lleva 15 años trabajando en el sistema de salud pública de Ecuador, especializándose en el control de enfermedades transmisibles y no transmisibles.

Actualmente, es responsable de estrategias de prevención en el Distrito de Salud de Manta. Madre de cuatro hijos –una abogada, dos universitarios y un pequeño de siete años–, hoy está casada con su primer de los 17 años. En su tiempo libre, disfruta cantar, leer y ayudar a migrantes de forma anónima.

¿Cómo fue su infancia marcada por la migración y cómo llegó a Ecuador?  

Nací en España, hija de inmigrantes panameños, y viví allí hasta los nueve años. Luego, nos mudamos a Panamá, pero la crisis durante el régimen de Noriega llevó a mi madre, una madre soltera tras el divorcio, a buscar mejores oportunidades. En 1990, llegamos a Ecuador gracias a una tía casada con un ecuatoriano. Mi madre vio en este país un paraíso, y un año después nos trajo a mí y a mis hermanas. Aquí he hecho mi vida; me siento manabita de corazón.

¿Cómo se forjó su vocación por la medicina?  

Siempre quise ser médica. Desde niña, me apasionaba ayudar a los demás. Estudié en el colegio Estela Maris en Ecuador, fui una estudiante destacada y líder en la escuela. Luego, estudié literatura inglesa en Panamá, pero regresé para cursar medicina en la Universidad Laica de Manabí, donde obtuve un excelente puntaje. Mi carrera es mi pasión, y no me equivoqué al elegirla. Cada día me siento bendecida por hacer lo que amo.

¿Cuál ha sido su trayectoria en el sistema de salud pública?  

Llevo 15 años en el sector público, siempre en roles operativos, no administrativos. Comencé en el Centro de Salud Divino Niño y luego en Emergencias en Manta. Fui reclutada para el Distrito de Salud, donde empecé manejando permisos de funcionamiento y recepciones marítimas. Más tarde, me especialicé en control de vectores y estrategias de prevención de enfermedades. Cuando la doctora Iris se jubiló, asumí la responsabilidad del Departamento de Vigilancia. También me formé como epidemióloga de campo y realicé una maestría en VIH, enfocada en la parte clínica y comunitaria.

¿Qué retos enfrenta en su labor de prevención y control de enfermedades?

El mayor desafío es lograr que todas las instituciones hablen el mismo idioma y trabajen por la comunidad. Creo que cuando amas tu profesión y trabajas por el bien común, ninguna puerta se cierra. En 15 años, siempre he encontrado apoyo para mis iniciativas. Sin embargo, falta compromiso colectivo. No culpo a ninguna institución específica; si hay descoordinación, es responsabilidad nuestra por no gestionar mejor. El conocimiento debe llegar a todos, y necesitamos líderes con empatía para conectar con la comunidad.

¿Cómo describiría el impacto de su trabajo en la comunidad?  

Mi trabajo se centra en prevenir y controlar enfermedades, desde dengue hasta VIH, y en responder a alertas epidemiológicas en el terreno. Cada acción busca mejorar la calidad de vida de la población. Me enorgullece haber integrado a otras instituciones y a la prensa como replicadores de nuestras campañas. Creo que el respeto que he ganado se debe a mi compromiso con la integración y el bienestar colectivo.

¿Qué papel juega su vida personal en su carrera?  

Mi familia es mi pilar. Tengo cuatro hijos: mi hija mayor es abogada y modelo, dos estudian psicología e ingeniería industrial, y el menor, de siete años, es un torbellino. Estoy casada con mi primer amor desde los 17 años. En mi tiempo libre, canto –adoro a Shakira y Alejandro Sanz–, leo y ayudo a migrantes de forma anónima. Aunque mi trabajo es 24/7, especialmente en alertas sanitarias, desconectarme con mi familia me recarga.

¿Por qué decidió quedarse en Ecuador?  

Ecuador es un paraíso. He vivido en Panamá y conocido otros países, pero aquí encontré mi hogar. A pesar de los desafíos, como la inseguridad actual, este país tiene una riqueza única en su clima, su comida –¡especialmente la manabita!– y su gente. Me siento ecuatoriana y quiero morir aquí, contribuyendo a esta tierra que me lo ha dado todo.

¿Qué mensaje le daría a la comunidad?  

Mi lema es: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Pongan a Dios en cada paso y trabajen con empatía. Todos podemos lograr más si educamos, escuchamos y nos comprometemos con la comunidad. El conocimiento y la acción colectiva son clave para un futuro mejor.

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