Después de seis años guardada, la serie El pescado frito, dirigida y producida por el guayaquileño Paco Cuesta, finalmente verá la luz en Oromar TV. Rodada en locaciones reales de Guayaquil, la producción mezcla ambición, amor y crimen, pero su aporte más valioso es la visibilización de la realidad trans, con un elenco diverso y auténtico.
La historia de El pescado frito se remonta a más de 25 años atrás, cuando Cuesta escribió un cuento que con el tiempo evolucionó hasta convertirse en serie. “¿Cómo no voy a mostrar esta realidad guayaquileña y mundial? Hace diez años era impensable ver a personas transgénero en una serie hecha por un ecuatoriano”, expresó el director, ahora jubilado.
La serie permaneció seis años archivada hasta que el canal manabita Oromar TV apostó por su estreno. De este modo, un proyecto concebido en silencio encuentra finalmente su espacio en la pantalla nacional.
Autenticidad en la representación
Uno de los rasgos distintivos de la producción es que los personajes transgénero fueron interpretados por mujeres trans reales. Cuesta asegura que ellas se convirtieron en sus mejores asesoras, ayudándolo a ajustar el guion para evitar representaciones erróneas. “No soy activista, soy artista”, subrayó.
Marcelo Gálvez, actor y director de 60 años, da vida a Lula de Silva, la cocinera y dueña del restaurante El pescado frito. El artista agradeció a las chicas trans que lo apoyaron en la construcción de su personaje: “Hubo momentos en que se sacaron sus propios aretes para ponérmelos y también me maquillaron. Me aguanté las lágrimas. De ahí mi personaje creció muchísimo y tomé el control”.
Locaciones reales y trabajo colectivo
La serie fue filmada en locaciones auténticas de Guayaquil, como un negocio de venta de pescado en el sur de la ciudad. A pesar del bajo presupuesto, el equipo trabajó con el respaldo de instituciones como el Teatro Centro de Arte y el ITV, logrando un resultado que combina realismo y calidad visual.
Tres de las participantes trans fueron seleccionadas mediante redes sociales y otras cuentan con trayectoria escénica. Todas resaltan la importancia histórica de su participación, al aparecer en pantalla como protagonistas de sus propias realidades.
Un relato más allá de lo trans
Las actrices coinciden en que El pescado frito no se limita a mostrar vivencias trans, sino que aborda temas universales. “Es una historia profunda, de ambición, de amor, de odio y de crimen. No son solo travestis sirviendo platos de comida, es una narrativa impactante y cinematográfica”, explicó Doménica Menessini.
Para Naty Espinoza, la producción es una oportunidad de mostrar talento y exigir respeto. “Estamos en otros tiempos. Pedimos respeto, y este trabajo demuestra que las chicas trans tenemos talento. Es un proyecto fenomenal que abre miradas hacia un colectivo que han satanizado”.
Un estreno con dimensión histórica
El contexto social actual otorga a la serie un significado especial. Cuando fue grabada, hablar del tema trans era tabú, recuerda Marcelo Gálvez. Hoy, el estreno representa un acto de justicia y visibilidad. “Cada vez que una mujer trans ocupa un espacio, se abre una ventana hacia la diversidad y la dignidad. No es solo un logro artístico, es un acto de justicia y de representación”, destacó Renata Menessini.
Así, El pescado frito no solo promete cautivar con su historia de ambición y amor, sino que se convierte en un símbolo de inclusión en la televisión ecuatoriana, abriendo paso a nuevas narrativas y voces en la pantalla chica.