El refrán “A quien madruga, Dios le ayuda” podría tener ahora una sólida base científica. Un estudio liderado por la Universidad de Monash, en Australia, ha encontrado una estrecha relación entre el momento en que una persona se acuesta y sus niveles de actividad física al día siguiente.
El equipo de investigadores analizó datos de casi 20.000 personas. Los participantes usaron un dispositivo biométrico durante un año, recolectando información objetiva sobre patrones de sueño y niveles de actividad física. Los resultados sugieren que dormir más temprano —sin alterar la duración del sueño— puede tener un impacto positivo en la energía y el movimiento diario.
Más temprano a la cama, más movimiento al día siguiente
Según los hallazgos, las personas que se acostaban alrededor de las 21h00 realizaban, en promedio, 30 minutos más de actividad física moderada a vigorosa al día. En comparación con quienes se dormían cerca de la 01h00 Incluso frente a quienes se iban a la cama a las 11:00 p.m. (la hora promedio en el estudio), los madrugadores acumulaban unos 15 minutos adicionales de ejercicio diario.
Esto sugiere que el solo hecho de adelantar el horario para irse a dormir puede tener efectos inmediatos en la disposición física del día siguiente, siempre y cuando se respete una cantidad suficiente de horas de sueño.
Jet lag social y rutinas laborales: una combinación poco saludable
El doctor Josh Leota, autor principal del estudio y parte de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Monash, explicó que los resultados podrían estar vinculados al desajuste entre los ritmos biológicos personales y los horarios de la vida moderna.
“Las rutinas laborales de 9 a 5 pueden entrar en conflicto con las preferencias naturales de sueño de las personas nocturnas, lo que genera jet lag social, peor calidad del sueño y mayor somnolencia diurna, todo lo cual puede reducir la motivación y la oportunidad de realizar actividad física al día siguiente”, afirmó Leota.
Es decir, no se trata únicamente de dormir lo suficiente, sino de sincronizar el sueño con el ritmo natural del cuerpo y las exigencias sociales. Quienes luchan por adaptarse a horarios matutinos pueden sufrir una pérdida de energía acumulada que afecta incluso su movilidad diaria.
¿Y si cambiamos de hábito? La clave está en la consistencia
Uno de los puntos más reveladores del estudio es que los beneficios también se observan cuando una persona cambia temporalmente su rutina para acostarse antes de lo habitual. En esas ocasiones, si se mantiene la misma cantidad de sueño, los niveles de actividad física al día siguiente son aún mayores.
Este hallazgo es esperanzador, ya que demuestra que no es necesario tener una rutina estricta durante años para ver resultados. Pequeños ajustes conscientes pueden tener beneficios inmediatos para la salud física.
“Nuestros hallazgos muestran que si uno puede acostarse antes de lo habitual, manteniendo la misma duración del sueño, es más probable que aumente su actividad física al día siguiente”, explicó la doctora Elise Facer-Childs, también autora del estudio.
Dormir bien, pero también a tiempo
Este nuevo enfoque abre la puerta a una visión más integral del bienestar. Si bien la duración del sueño sigue siendo fundamental, el horario en que nos vamos a la cama también juega un papel clave. Adelantar el descanso nocturno puede ser una estrategia sencilla, gratuita y efectiva para quienes buscan moverse más, sentirse mejor y mejorar su salud general.
En definitiva, madrugar no solo trae beneficios espirituales o laborales, como dice el dicho popular, sino que también puede ser la clave para activar el cuerpo y vivir de manera más saludable.