Carlos Caszely: El legendario goleador chileno que se negó a saludar a Pinochet

Carlos Caszely, ídolo del fútbol chileno, combinó goles legendarios con un firme rechazo a la dictadura de Pinochet, destacando en Mundiales y campañas por la democracia.
Carlos Caszely jugó en Chile, España y tuvo un fugaz paso por el Barcelona de Ecuador.
Carlos Caszely jugó en Chile, España y tuvo un fugaz paso por el Barcelona de Ecuador.
Carlos Caszely jugó en Chile, España y tuvo un fugaz paso por el Barcelona de Ecuador.
Carlos Caszely jugó en Chile, España y tuvo un fugaz paso por el Barcelona de Ecuador.

Freddy Solórzano

Redacción ED.

Freddy Solórzano

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Primero subió a un escenario y creyó que era su lugar. Fue hermoso mientras duró. Dejó el teatro... Ver más

Carlos Caszely, nacido en Santiago de Chile en 1950, ha pasado a la historia como un goleador innato y como el futbolista que se atrevió plantarle cara al dictador Augusto Pinochet.

Debutó profesionalmente en 1967 con Colo-Colo, el club de sus amores. Pronto se ganó el apodo que lo acompañaría toda la vida: el “Rey del metro cuadrado”, por esa capacidad de inventar goles en espacios imposibles. Con los albos celebró títulos, llenó estadios y se convirtió en ídolo. Pero lo que lo distinguía no era solo su fútbol. En un ambiente deportivo habitualmente distante de la política, Caszely se mostró cercano al gobierno de Salvador Allende participando en actividades populares.

La dictadura y la tortura

El 11 de septiembre de 1973 el país se quebró. El golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet no solo derrocó a Allende: también transformó el Estadio Nacional en centro de detención y tortura. El fútbol siguió rodando, pero bajo una sombra que lo manchaba todo.

Ese mismo año, Colo-Colo alcanzó la final de la Copa Libertadores, y Caszely, figura clave, vivió la herida más íntima de su vida: su madre, Olga Garrido, fue secuestrada y torturada por agentes del régimen. El propio Caszely contó el momento en que ella le reveló lo sucedido: “Se abre la blusa y me muestra sus pechos con quemaduras. Y ahí nos abrazamos y nos pusimos a llorar los dos. A llorar como niños”.

El gesto de rebeldía

En 1974, Chile clasificó al Mundial de Alemania tras un repechaje insólito contra la Unión Soviética. Los soviéticos se negaron a jugar en el Estadio Nacional convertido en cárcel. La FIFA validó ese partido de un solo equipo, donde Chile marcó un gol simbólico ante arcos vacíos.

Antes de viajar al mundial, la selección fue convocada para despedirse de Augusto Pinochet. El dictador, erguido con su uniforme, fue estrechando una a una las manos de los jugadores. Cuando le llegó el turno a Caszely, el delantero cruzó los brazos a la espalda, cerró los ojos y negó el saludo.

El aire se tensó, los flashes se detuvieron y un silencio denso lo cubrió todo. Era 1974, y un futbolista osaba decir “no” al dictador frente al país entero. Ese gesto, breve pero contundente, se grabó en la memoria colectiva como un acto de coraje.

Caszely  entendió que no pidía seguir más en su país con un régimen después del desplante contra Pinochet. En Europa brilló. Con el Levante y luego con el Espanyol, anotó decenas de goles y se ganó la admiración de la afición española. Jugaba con alegría, pero en su corazón seguía pesando la distancia de un Chile herido. En 1978 decidió volver a Colo-Colo, el lugar donde su fútbol y su identidad tenían raíces profundas.

De regreso en casa, se convirtió en ídolo absoluto: fue tres veces consecutivas máximo goleador del torneo local, llevó al club a nuevos títulos y lideró a la selección en la Copa América de 1979, donde Chile alcanzó la final. Para entonces, acumulaba cientos de goles y el cariño de un pueblo entero. Sin embargo, el régimen no le perdonaba su rebeldía: fue marginado de las eliminatorias al Mundial de 1978. El fútbol, como la política, no estaba libre de censuras.

El futbolista que abrazó la democracia

En 1985, Caszely se despidió del fútbol profesional en un Estadio Nacional repleto. No fue solo un adiós deportivo: las tribunas estallaron en cánticos contra la dictadura, y su despedida se transformó en un acto político.

Tres años más tarde, en 1988, Chile enfrentó el plebiscito que definiría la continuidad de Pinochet hasta 1997. Caszely se unió de lleno a la campaña del “No”. En un spot televisivo, apareció abrazando a su madre, Olga Garrido, quien relató con voz firme su secuestro y torturas: “Fui vendada, golpeada, vejada”. Luego, mirando a la cámara, Caszely dijo: “Esta linda señora es mi madre. Por eso mi voto es No”. La imagen fue devastadora para la dictadura.

El 5 de octubre de ese año, el “No” triunfó con un 55,99% de los votos. Chile iniciaba la transición hacia la democracia. Y el gesto de aquel delantero que en 1974 había negado un saludo se cerraba como un símbolo de valentía.

Carlos Caszely, más allá de la cancha

En su carrera, Carlos Caszely totalizó 312 goles entre clubes y selección, y se mantiene como el tercer máximo artillero histórico de Chile. Se licenció en Educación Física y Periodismo, y años más tarde trabajó como agregado de prensa deportiva en la Embajada de Chile en España. Pero más allá de estadísticas, su legado no se mide en números. En tiempos en que el miedo imponía silencio, él usó el fútbol para demostrar que un gesto, aunque pequeño, podía desafiar al poder.

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