Cada vez más hombres en Ecuador asumen el rol de amos de casa. Se dedican al cuidado del hogar y de los hijos, una tendencia que se ha intensificado en los últimos cinco años. Esto, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Esta transformación en la estructura familiar responde a factores económicos, sociales y culturales, y genera nuevas dinámicas dentro de los hogares ecuatorianos.
Cambio de roles tradicionales en el hogar
Históricamente, en Ecuador —al igual que en otros países de América Latina— las tareas del hogar y el cuidado de los hijos han estado asociadas principalmente al rol femenino. Sin embargo, recientes estudios del INEC señalan que el 7,3 % de los hogares ecuatorianos están encabezados por hombres dedicados exclusivamente a las tareas domésticas. Esta cifra ha ido en ascenso desde 2018.
Este fenómeno ha cobrado visibilidad especialmente en áreas urbanas como Quito, Guayaquil y Cuenca. En estas áreas, el acceso a educación, cambios laborales y movilidad social han influido en la reconfiguración de los roles familiares.
Los “amos de casa” son hombres que, por elección o necesidad, se dedican a la crianza de los hijos, la administración del hogar y otras labores domésticas. Mientras tanto, sus parejas trabajan fuera de casa o han accedido a mejores oportunidades económicas.
Factores que impulsan esta tendencia
Existen diversos motivos por los que los hombres asumen este rol. Según la socióloga ecuatoriana María Belén Andrade, entrevistada por medios nacionales, las razones más comunes son desempleo masculino prolongado, acuerdos familiares por conveniencia económica, y la búsqueda de un mayor equilibrio en la vida familiar.
Además, la pandemia por COVID-19 fue un punto de inflexión. Entre 2020 y 2021, muchos hombres perdieron empleos o se vieron obligados a permanecer en casa. Esto los llevó a involucrarse activamente en las labores domésticas. Para algunos, esta situación se convirtió en una dinámica permanente.
También hay casos donde los hombres deciden voluntariamente priorizar la vida familiar, rompiendo con estereotipos de masculinidad tradicionales. Este cambio de mentalidad ha sido promovido por campañas sociales y mayor acceso a información sobre paternidad responsable y corresponsabilidad doméstica.
Percepciones sociales y desafíos
Aunque la figura del “amo de casa” ha ganado espacio, aún persisten estigmas y desafíos. Muchos hombres enfrentan prejuicios sociales, especialmente en sectores más conservadores del país, donde se considera que la provisión económica sigue siendo la principal responsabilidad masculina.
Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociales de Ecuador, un 45 % de los encuestados dijo que aún “les parece extraño” ver a hombres en actividades domésticas exclusivas. A pesar de ello, el cambio generacional es evidente. Los hombres menores de 35 años muestran una mayor apertura y participación en las labores del hogar.
Otro reto es la falta de reconocimiento económico y legal del trabajo doméstico no remunerado, un problema que también afecta a las mujeres. La inclusión de los amos de casa en políticas públicas sigue siendo limitada. Esto deja a este grupo sin redes de apoyo ni beneficios estatales.
Hacia un modelo de corresponsabilidad
Organizaciones sociales en Ecuador, como la Fundación Esquel y Plan Internacional, promueven la corresponsabilidad en el hogar como un eje clave para alcanzar la igualdad de género. Esto implica que hombres y mujeres compartan de manera equitativa las tareas domésticas, sin importar quién genere los ingresos económicos.
Expertos indican que la visibilización de los amos de casa es un paso necesario para transformar los esquemas de crianza, educación y convivencia. En este contexto, algunos municipios han comenzado a implementar programas de formación para padres en áreas como nutrición infantil, salud emocional y organización del hogar.
Con el avance de esta tendencia, se espera que en los próximos años aumente el número de hombres que asumen estas funciones de forma plena o parcial. También, se espera que se diseñen políticas que reconozcan y respalden su rol.