Un tribunal condenó a Tomás Vicente A. a siete años de prisión por el delito de abuso sexual cometido contra una niña de 7 años el 24 de julio de 2024. Los hechos ocurrieron en el domicilio del agresor y en unos matorrales del patio. Esto tras lo cual un testigo alertó a las autoridades, desencadenando una investigación liderada por la Fiscalía General del Estado.
En un fallo unánime, el Tribunal de Nangaritza sentenció el 2 de julio de 2025 a Tomás Vicente A. a siete años de pena privativa de libertad por abuso sexual contra una menor de 7 años. Los hechos, ocurridos el 24 de julio de 2024, tuvieron lugar en el domicilio del acusado en Nangaritza, provincia de Zamora Chinchipe.
La Fiscalía
Según la Fiscalía, el agresor llevó a la víctima a su casa, donde cometió el delito en dos ocasiones. Primero dentro de la vivienda y luego en unos matorrales del patio. La gravedad del caso se agravó cuando un joven testigo presenció el segundo abuso y alertó a su madre, quien estaba a cargo del cuidado de la niña y sus dos hermanas.
La madre de las menores, que había salido a trabajar, había dejado a las niñas al cuidado de una familiar, quien resultó estar vinculada al agresor. Este detalle añadió un elemento de traición a la confianza en el seno familiar, un aspecto que la Fiscalía destacó durante el juicio. La rápida intervención del testigo y la denuncia subsiguiente permitieron que las autoridades iniciaran una investigación exhaustiva para esclarecer los abusos.
La sentencia por abuso
La sentencia incluye además una multa equivalente a veinte salarios básicos unificados y una reparación integral de 2.000 dólares a favor de la víctima, medidas destinadas a mitigar el daño causado a la menor y su familia por el abuso.
La Fiscalía General del Estado presentó una sólida carga probatoria que destruyó la presunción de inocencia de Tomás Vicente A. Entre los elementos clave se encuentran cuatro testimonios anticipados, reproducidos durante la audiencia. Uno de ellos fue el de la propia víctima, quien narró con detalle los abusos sufridos.
Otro testimonio crucial fue el de su hermana, quien acompañó al agresor y a la menor al lugar del segundo incidente, proporcionando un relato coherente con los hechos denunciados.
Un testigo del abuso
Además, una adolescente a quien la niña confió lo sucedido en el abuso y aportó un testimonio que reforzó la versión de la víctima. A estas declaraciones se sumaron una valoración psicológica y una pericia ginecológica practicadas a la menor, que confirmaron el daño físico y emocional ocasionado. Estas pruebas, presentadas con rigor por el Fiscal del caso, fueron determinantes para que el Tribunal estableciera la responsabilidad penal del acusado.
El fallo refleja la importancia de los testimonios infantiles y las pericias especializadas en casos de abuso sexual, un enfoque que las autoridades ecuatorianas han priorizado en los últimos años para proteger a las víctimas más vulnerables.