La fiebre no aparece de manera aleatoria en el cuerpo humano. Aunque muchos perciben que se intensifica en ciertos momentos del día, responde a un ciclo biológico regulado por el sistema endocrino. Este fenómeno se manifiesta con mayor frecuencia al caer la noche y genera dudas recurrentes en procesos infecciosos, sobre todo en niños y adultos jóvenes.
Según explica el farmacéutico Iago Regueira, creador de contenido sanitario en TikTok (@thepharmacist42), la fiebre aumenta por la noche debido a una causa hormonal específica: la caída de los niveles de cortisol.
Esta hormona, secretada por las glándulas suprarrenales, regula la actividad del sistema inmune y mantiene el equilibrio inflamatorio en el organismo.
El rol del cortisol en la fiebre nocturna
Durante el día, los niveles de cortisol alcanzan su punto más alto y ejercen un efecto inmunosupresor que controla la respuesta inflamatoria. Sin embargo, al llegar la noche, el descenso de esta hormona permite que el sistema inmune actúe con mayor fuerza. Como resultado, se produce un aumento de la temperatura corporal, lo que muchas personas interpretan como un empeoramiento de la enfermedad.
El incremento de la fiebre nocturna no indica una complicación en la salud, sino un ajuste biológico que fortalece la actividad inmunológica. La disminución del cortisol libera al organismo para que refuerce sus defensas y eleve la temperatura como estrategia natural contra la infección.
Una herramienta de defensa del cuerpo
Este aumento de temperatura no se considera un efecto indeseado, sino una herramienta natural del organismo. Según señala @thepharmacist42, la fiebre tiene la capacidad de debilitar a los microorganismos responsables de la infección, motivo por el cual no siempre es recomendable eliminarla por completo.
La fiebre debe verse como un mecanismo de defensa y no únicamente como un síntoma molesto. Cuando se mantiene en niveles controlados, potencia la capacidad del sistema inmune para enfrentar virus y bacterias.
¿Debemos bajar la fiebre o dejarla actuar?
Los especialistas coinciden en que la fiebre no siempre debe combatirse de manera inmediata. En la mayoría de los casos resulta beneficiosa para la recuperación, siempre que no supere límites peligrosos. Solo en situaciones específicas, como en niños pequeños o pacientes con enfermedades crónicas, se recomienda reducirla rápidamente.
En la mayoría de escenarios, moderar la temperatura y mantenerla por debajo de los 40 ºC convierte a la fiebre en una aliada del sistema defensivo. De este modo, el cuerpo aprovecha su efecto para acelerar el proceso de recuperación.