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Como se temía, los apagones comenzaron conforme dispuso el Gobierno, en todo el país, como una medida urgente para enfrentar el déficit de electricidad ocasionado por el estiaje en los ríos que abastecen a las centrales hidroeléctricas.

Si bien la crisis actual justifica la decisión, debió planificarse de mejor forma.

En primer lugar, para optimizar el racionamiento y evitar derroche de energía, debe prescindirse del alumbrado ornamental en áreas comunes y de la iluminación innecesaria en dependencias públicas.

En segundo, la Corporación Nacional de Electricidad tiene que elaborar de mejor manera los horarios para evitar la improvisación y el riesgo de daños en los aparatos eléctricos.

Un cronograma que se presta para la confusión porque muestra un simple listado de sectores, sin precisar a qué cantón pertenecen, y que además se difunde por internet con apenas horas de antelación, no llega a tener la utilidad que debería.

“El cronograma que se difunde es confuso y no se ha anunciado con antelación”.

En tercer lugar, al tratarse de un fenómeno cíclico, la falta de previsión de las autoridades energéticas, no sólo de este gobierno sino de los anteriores, ha derivado en una situación de emergencia.

Los apagones son un asunto serio, pues afectan a la cotidianidad y paralizan el sector productivo, lo que genera pérdidas cuantiosas; pero como se los está haciendo dan la sensación de improvisación.

Editorial de El Diario publicado este sábado 28 de octubre del 2023 en nuestra edición impresa.