Hace pocos días la Comisión Internacional Independiente de Investigación de la ONU afirmó que en Gaza se está produciendo un genocidio, la respuesta del gobierno de Israel es la misma de los últimos años “negar las acusaciones y calificar de antisemita a todo aquel que observe con preocupación y temor la actuación de Israel”, es decir, eres amigo de Israel o enemigo de Israel, tal cual, la lógica amigo- enemigo de Carl Schmitt, teórico y jurista alemán.
Aunque lo expuesto resulta controvertido, lo cierto es que el conflicto Israel- Palestina es violencia crónica y prolongada. Se miran entre sí como el enemigo que pone en riesgo la existencia o forma de vida del otro, una amenaza existencial que justifica los actos de guerra. A diferencia del amigo, que se define en oposición a ese enemigo.
La existencia de un enemigo externo ha servido para fortalecer la cohesión interna en ambos lados. En Israel, los desafíos de seguridad han cimentado la identidad nacional y la unidad política. En el lado palestino, la lucha contra la ocupación israelí ha sido el eje central de su proyecto político y de su identidad colectiva, a pesar de las profundas divisiones internas.
Hasta allí el empate técnico, sin embargo, la ofensiva israelí sobrepasa los 65.000 palestinos muertos en Gaza (ONU), cerca de 166.000 heridos, y las muertes a causa de la desnutrición superan las 500 personas, entre ellas 150 son niños. Que de acuerdo con la Comisión Internacional Independiente estaríamos frente a una catástrofe humanitaria.
Frente a ese escenario crítico, el reconocimiento de Palestina por parte de potencias occidentales da un impulso significativo a la solución de los dos Estados, que es la vía respaldada por la ONU y la comunidad internacional para poner fin al conflicto. Al reconocer a Palestina como un Estado, se envía un mensaje claro de que la comunidad internacional considera a un Estado palestino independiente como la única alternativa viable para una paz duradera.
Si bien, tal reconocimiento no significa un alto al fuego inmediato y definitivo, el reconocimiento de Palestina por parte de países tradicionalmente aliados de Israel aumenta la presión diplomática sobre el gobierno israelí para que cese la violencia, la expansión de asentamientos y se siente a la mesa de negociaciones de buena fe. Este aislamiento creciente podría obligar a Israel a reconsiderar su postura.
Pero se necesitará de la voluntad de Estados Unidos y otros aliados clave de Israel, que siguen siendo un obstáculo para que Palestina se convierta en miembro pleno de la ONU y para que se ejerza una presión diplomática coordinada y efectiva.