Las “brujas” que cambiaron la ciencia: de parteras perseguidas a pioneras en la salud

La caza de brujas persiguió a mujeres con saberes en botánica, anatomía y reproducción, interpretados como pactos diabólicos, según expertos.
Una estampa de ejecución de una mujer en una Caza de Brujas.
Una estampa de ejecución de una mujer en una Caza de Brujas.
Una estampa de ejecución de una mujer en una Caza de Brujas.
Una estampa de ejecución de una mujer en una Caza de Brujas.

Freddy Solórzano

Redacción ED.

Freddy Solórzano

Redacción ED.

Primero subió a un escenario y creyó que era su lugar. Fue hermoso mientras duró. Dejó el teatro... Ver más

En los oscuros pasillos de la historia europea, entre hogueras y gritos de acusación, ardieron no solo cuerpos, sino conocimientos. La filósofa mexicana Norma Blázquez Graf lo recuerda en su libro El retorno de las brujas: entre 35.000 y 60.000 mujeres fueron ejecutadas entre los siglos XIV y XVII por un delito que, en muchos casos, no era otra cosa que saber demasiado.

Las llamaban brujas, pero eran parteras, alquimistas, curanderas. Mujeres que dominaban la anatomía, la botánica y la química rudimentaria; que sabían preparar ungüentos, perfumes o tónicos para curar enfermedades y controlar la fertilidad. Su ciencia, sin embargo, fue reinterpretada como herejía.

Las guardianas del conocimiento prohibido

Con la publicación del libro Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), un completo manual para identificar, interrogar y castigar la práctica de la brujería en 1487, la Iglesia y las autoridades encontraron la coartada perfecta: lo que antes era remedio se convirtió en pacto con el diablo.

La persecución no tardó en institucionalizarse. En 1484, el papa Inocencio VIII firmó la bula Summis desiderantes affectibus, que oficializó el peligro de la brujería. Inglaterra siguió el camino con la Ley de Brujería de 1563, que castigaba con la muerte los supuestos daños provocados por la magia. El resultado fue aterrador: 100.000 personas procesadas y 50.000 ejecuciones en Europa, con focos particularmente feroces en Alemania, Francia y Escocia.

Mujeres incómodas para un mundo masculino

Las acusadas eran, en su mayoría, viudas, solteras o mujeres independientes que escapaban al control masculino. Su autonomía económica o sus saberes sobre sexualidad y reproducción eran vistos como una amenaza al nuevo orden patriarcal. “La misoginia fue motor de estas cazas”, resume Blázquez Graf. En el Sacro Imperio Romano Germánico murieron mujeres señaladas como débiles, bocazas o “demasiado extrañas”.

Esa misma mentalidad viajó al continente americano. En Salem, Massachusetts (1692-1693), la histeria colectiva llevó a la ejecución de 20 personas, condenadas sobre la base de testimonios espectrales y supersticiones.

Cataluña: de las hogueras al indulto

En España, la Inquisición fue menos voraz que en otras regiones, pero Cataluña se convirtió en un epicentro de persecuciones locales: alrededor de 1.000 mujeres fueron procesadas. Cientos de sanadoras, migrantes y pobres fueron colgadas.

Cuatro siglos después, en 2022, el Parlamento catalán aprobó una resolución histórica para rehabilitar sus nombres. El atlas No eren bruixes, de Clàudia Pujol y Pau Castell Granados, recuperó más de 700 fichas con identidades de mujeres que pagaron con la vida su oficio de sanar.

El costo del silencio y la memoria recuperada

La caza de brujas no solo cobró vidas: destruyó un acervo de conocimiento femenino en medicina, reproducción y botánica. Aquello que las mujeres sabían fue apropiado y reelaborado por hombres bajo el nombre de ciencia. “El retorno de las brujas”, escribe Blázquez Graf, no alude a hechicerías, sino a la reaparición de las mujeres en la ciencia, la medicina y las universidades, espacios de los que fueron históricamente expulsadas.

Hoy, mientras en Europa del Este se recuerdan las 10.000 ejecuciones en Polonia, y en África aún se registran muertes por acusaciones de brujería, iniciativas como la catalana buscan reparar la memoria y abrir grietas en un relato dominado por la misoginia.

De la hoguera al laboratorio

Si en el siglo XVII bastaba un rumor para encender una pira, en el XXI las mujeres regresan como investigadoras, médicas, científicas. El 30 % de los estudiantes de ciencias son mujeres, y las universidades extienden becas de maternidad o instalan guarderías como forma de reconocer sus ciclos vitales.

La filósofa Silvia Federici lo sintetiza en Calibán y la bruja: la caza de mujeres fue parte de la transición al capitalismo y de la degradación del poder social femenino. Reconocerlo hoy no solo significa justicia histórica, sino un acto de resistencia frente a prejuicios que, como advierte la historiadora Lucy Worsley, siguen persiguiendo a las mujeres “extrañas y bocazas”.

Las hogueras se apagaron, pero las brasas siguen ardiendo en la memoria. Y es ahí, en la ciencia, en la educación y en la política, donde las brujas regresan. No para invocar maleficios, sino para reclamar lo que siempre fue suyo: el derecho al conocimiento y a la vida.

 

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