El método pedagógico Montessori, un sistema que hoy disfrutan miles de familias adineradas alrededor del mundo, nació para ayudar a los niños más desfavorecidos de la sociedad. Creado por la médica y pedagoga Maria Montessori, este sistema educativo celebró 155 años de su nacimiento con un profundo contraste entre su origen y su aplicación actual.
La visión original de Montessori se enfocó en brindar una educación digna y respetuosa a los niños internados en manicomios y reformatorios de Roma, una misión muy distinta a la que hoy se observa en las 65.000 escuelas que llevan su nombre.
Una respuesta a la exclusión social
A finales del siglo XIX, Maria Montessori, una de las primeras mujeres en graduarse de Medicina en Roma, quedó consternada por el trato inhumano que recibían los niños en los manicomios. A menudo, eran considerados “idiotas” o “deficientes” y se les negaba cualquier posibilidad de educación o desarrollo.
Convencida de que la educación era una herramienta de amor y respeto, Montessori decidió aplicar sus conocimientos para rescatar a estos niños. En 1907, abrió su primera escuela, “La Casa de los Niños”, en el empobrecido barrio de San Lorenzo, en Roma. Su objetivo era proporcionar un ambiente en el que los pequeños pudieran desarrollarse de forma natural, sin coacciones ni castigos, fomentando su autoeducación.
El método pedagógico se basa en la confianza en el potencial del niño y en el respeto a su ritmo individual. En un entorno diseñado a su medida, los niños son libres de explorar y aprender a su propio ritmo, con la guía de un educador que no interfiere, sino que observa y apoya, señala un artículo de la BBC.
El biógrafo Cristina de Stefano afirma en su libro “El niño es el maestro” que Montessori descubrió al niño de la misma forma que Sigmund Freud descubrió el inconsciente o Albert Einstein la relatividad, inaugurando una nueva época en la comprensión de la infancia. La idea de que el niño es un ser con un “cerebro potentísimo” capaz de autoaprender fue una noción revolucionaria que sentó las bases para muchas de las prácticas educativas que hoy se consideran estándar.
La paradoja de un método global
A pesar de sus orígenes, el método Montessori se ha convertido en una opción educativa exclusiva y a menudo costosa. Un gran número de las escuelas que lo aplican se encuentran en zonas de alto poder adquisitivo, y sus matrículas resultan inaccesibles para las familias de bajos recursos.
Esta situación crea una paradoja que la biógrafa Cristina de Stefano califica como una “contradicción”. El método, pensado para la inclusión y para ayudar a los niños con dificultades, se ha transformado en un sistema para familias adineradas, aunque de Stefano señala que su uso aún persiste en países en vías de desarrollo para ayudar a menores afectados por conflictos o desastres.
Este fenómeno ha sido particularmente notable con el éxito de exalumnos del sistema. Nombres como Jeff Bezos de Amazon, y Sergey Brin y Larry Page de Google, quienes estudiaron en colegios Montessori, han popularizado el método entre las élites, que buscan replicar el éxito de estos empresarios en la educación de sus propios hijos. Sin embargo, este enfoque dista de la misión original de Maria Montessori.
Una vida personal y profesional con claroscuros
La vida de Maria Montessori no estuvo exenta de controversias, lo que añade complejidad a su legado. La mujer que dedicó su vida a los niños abandonó a su propio hijo, Mario. En 1898, producto de una relación con su colega Giuseppe Montesano, Montessori dio a luz en secreto y entregó a su hijo a una nodriza para evitar el escándalo y proteger su carrera.
La autora de su biografía, Cristina de Stefano, detalla que Montessori se negó a casarse para guardar las apariencias, y cuando Montesano reconoció al niño ante la ley tras casarse con otra mujer, Montessori perdió sus derechos sobre él. No se reunió con Mario hasta que él tuvo 15 años, momento en el que lo recuperó y lo presentó públicamente como su sobrino.
Otro punto oscuro en su biografía fue su colaboración con el régimen fascista de Benito Mussolini en Italia. Desde 1922, Montessori mantuvo una relación profesional con el dictador, quien esperaba convertir las escuelas italianas en centros de adoctrinamiento.
Por su parte, Montessori aspiraba a que el fascismo adoptara su método a nivel nacional. La colaboración duró diez años hasta que la pedagoga, decepcionada por el incumplimiento de las promesas de Mussolini, rompió lazos con el régimen en 1933. Esta asociación con el fascismo tuvo repercusiones duras para ella, se cree que fue una de las razones por las que nunca ganó el Premio Nobel de la Paz, a pesar de haber sido nominada tres veces.