Han revisado papeles viejos, preguntado a historiadores y buscado en archivos, pero la fecha exacta sigue siendo un misterio. Lo único seguro es que ese lugar, considerado el primer barrio de la ciudad, lleva el nombre de un hombre: Manuel de Córdova Bravo.
Nacido en Montecristi en 1806, creció en un entorno sencillo, en una época en la que la educación formal era un privilegio escaso. Sin embargo, su curiosidad lo impulsó a aprender lo necesario en casa para abrirse camino en la vida pública y comercial.
La política y el comercio de Manuel de Córdova
Su nombre aparece con frecuencia en los documentos del siglo XIX, siempre ligado a dos ámbitos: la política local y el comercio. También se lo recuerda en episodios turbulentos. Durante los conflictos políticos de la época, cuando se buscaba derrocar al gobierno del general Juan José Flores, Manuel apoyó el movimiento encabezado por José María Urbina. Se dirigió a Guayaquil con un contingente de 700 hombres. Al final, Flores dejó el poder.
Con el paso del tiempo, Manuel de Córdova encontró en el comercio un espacio más fértil. Viajó con productos manabitas a Europa: crin vegetal, tagua, caucho y sombreros de paja toquilla. Sus envíos partían del puerto de Manta y llegaron a abrir mercados en Londres.
Allí también funcionó la Casa Comercial que llevaba su nombre, mientras que en Manabí administraba haciendas con caña de azúcar, algodón y frutales. Fue uno de los primeros en introducir maquinaria para modernizar los procesos agrícolas de la región.
En busca de más información
Desde hace algunos años, un grupo de moradores le siguió la pista a Manuel de Córdova. Este año, los vecinos se reunieron formalmente durante cuatro miércoles por la tarde para intercambiar información sobre el pasado del barrio. Esa información fue compartida en un taller. Con el apoyo de un capacitador del Departamento de Vinculación de la Universidad Eloy Alfaro de Manabí, se fue desentrañando la historia de este barrio de más de cien años. En ese taller el nombre de Manuel de Córdova siempre afloraba.
Los viajes por otros países
Y se conoció quue Manuel de Córdova en sus viajes también visitó Palestina, donde se bañó en el río Jordán. Como recuerdo, trajo agua de aquel lugar sagrado para bautizar a sus hijos y un órgano musical que donó a la iglesia de Montecristi, el cual se conservó hasta finales del siglo XX, según narra un texto de Jorge Alexander Cedeño.
Construyó su casa en lo que alguna vez iba a ser el barrio que llevaría su nombre. Pero la bonanza no duró. Problemas financieros, sumados a conflictos familiares, lo llevaron a una crisis de la que no pudo levantarse.
Lo que había comenzado como una vida próspera terminó con un hombre agotado, enfermo y en la ruina. Murió pobre, lejos de la abundancia que alguna vez lo rodeó.
Su memoria, sin embargo, no se apagó del todo. Un vagón de la locomotora alguna vez llevó su nombre en la vía férrea Manta–Santa Ana, y en Manta un barrio fue llamado “Córdova” en su honor.
Quizá la fecha de fundación del barrio nunca aparezca en los papeles. Pero mientras los moradores sigan preguntando y contando lo poco que saben, el barrio Córdova mantendrá viva la memoria de aquel hombre que, sin proponérselo, se convirtió en símbolo de identidad para quienes lo habitan hoy en el primer barrio de Manta.