Manta no cuenta con semáforos sonoros que ayuden a las personas con discapacidad visual



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Rita Párraga considera que a Manta aún le falta mucho para convertirse en una ciudad amigable con la inclusión.
Ella considera que falta más compromiso de parte de las instituciones públicas, privadas y de la ciudadanía. Cuando tenía 36 años le fue diagnosticado el síndrome de Stargardt, enfermedad que provoca ceguera total.

Han pasado 28 años de aquello, y aduce que cada día que pasa es más complicado, para las personas con su condición, desplazarse por la ciudad.
Rita cuenta que antes de la pandemia caminaba, se movilizaba y viajaba sola, pero que en la actualidad ya no se atreve. Ella viajaba a otros cantones e incluso a provincias.

“En temas de inclusión falta mucho por hacer, y no solo hablo de las autoridades. Es un compromiso que debemos adoptar todos”, dijo Rita, quien además es la presidenta de la Asociación de Personas con Discapacidad Visual San Pablo de Manta, que reúne a más de 80 no videntes de Manta, cantones cercanos y hasta extranjeros.

Sugiere que, al igual que las avenidas 4 de Noviembre, 113, 24, calle 13 y otras que han sido regeneradas, se coloquen adoquines con el sistema podotáctil, es decir con figuras en alto relieve que son identificadas por los no videntes y se pueden guiar con sus bastones. Las figuras de los adoquines podotáctiles pueden ser en líneas rectas o en forma de bolitas.
“Los pasos cebra deberían ser de relieve o podotáctiles, y que en los semáforos se ubiquen sistemas sonoros. En los edificios de los bancos se deben instalar ascensores sonoros o rampas de acceso; no todos las tienen y en ocasiones toca utilizar escaleras”, dice.
José Gutiérrez, estudiante universitario y quien padece de ceguera debido a un desprendimiento de retina, también considera que es peligroso desplazarse por las calles de Manta.

Él cuenta que en ocasiones caminando por las calles cercanas a la universidad se ha encontrado con aceras en mal estado, irregulares, con bordillos muy altos, y se le dificulta atravesar una calle de un lado a otro sin ayuda, ya que no existen semáforos sonoros o pasos cebra con alto relieve.

> Peligro. Lucía Plaza tiene discapacidad física. Su columna es desviada y su pierna izquierda es más pequeña que la derecha, por lo que necesita de una plataforma de 25 centímetros en la planta de su zapato para caminar mejor. Aparte de esto, en los últimos años y de manera progresiva ha perdido la visión. Cuenta que solo ve sombras, y el utilizar lentes o someterse a una cirugía es en vano para su condición.

Lucía tiene 68 años de edad y reside en la ciudadela Urbirríos. Al caminar por las calles se encuentra con carros, motos y hasta bicicletas en las aceras. También se ha chocado con vitrinas, letreros, mesas y hasta piedras acumuladas.

“Andar en bus urbano también es un problema. Los choferes arrancan apenas el pasajero se sube; uno no alcanza ni a sentarse. Hay choferes groseros y exigen que se baje por la puerta de atrás, pero las personas con discapacidad debemos hacerlo por la puerta delantera”, relata.
Ella ha tenido problemas con los choferes y por eso algunos no paran cuando la ven, asegura.

> Trabajos. El Ministerio de Inclusión Económica y Social (Mies) presentó en abril pasado, en Cuenca, el proyecto “Ciudad Inclusiva”.
El objetivo es contar en un solo espacio con los servicios de protección social que ofrece el Mies. Se construirán otras cuatro edificaciones, una de estas en el cantón Jipijapa.

Cada estructura contará con un centro diurno para atención a adultos mayores; centro residencial del adulto mayor, una casa de abrigo temporal para niños y adolescentes y espacios para el desarrollo de ferias inclusivas, balcón de servicios y demás; sin embargo, esto no ayuda a resolver las dificultades con las que las personas con discapacidad se encuentran a diario en las calles.