La reciente tendencia de sumergir el rostro en agua con hielo, popularizada por figuras como el excorredor Ashton Hall, ha generado interrogantes sobre su efectividad y seguridad.
Ante el auge de esta práctica una especialista en Salud Estética ofrece su perspectiva profesional, detallando los posibles beneficios, los riesgos asociados y las consideraciones según el tipo de piel. La experta subraya la importancia de la individualidad del cuidado cutáneo y la necesidad de precaución ante las modas virales.
Agua con hielo
La especialista enfatiza que la búsqueda de una piel perfecta lleva a muchas personas a adoptar tendencias sin considerar las particularidades de su propia dermis. En relación con la inmersión facial en agua helada, Illanes señala que, si bien el frío puede inducir una vasoconstricción y tener un efecto descongestionante, reduciendo temporalmente la inflamación y el enrojecimiento, su aplicación debe ser cautelosa. Este efecto también podría contribuir a una apariencia más firme y luminosa, así como a mejorar la apariencia de las ojeras y aliviar brotes leves de acné o irritación cutánea.
Sin embargo, Illanes advierte que en climas secos y fríos, una práctica común en algunas regiones de Ecuador, el uso de hielo sin una adecuada hidratación posterior podría resultar contraproducente. Por otro lado, en ambientes más cálidos y húmedos, las pieles grasas podrían tolerar mejor esta técnica. La experta insiste en la premisa fundamental de que «cada piel es única y requiere un cuidado único», desaconsejando la generalización de tratamientos basados en tendencias de redes sociales.
Consideraciones por tipo de piel y riesgos potenciales
La profesional detalla las diferencias en la respuesta al hielo según el tipo de piel. Las pieles grasas o con acné leve podrían beneficiarse de la reducción de la inflamación y el brillo que proporciona el frío. No obstante, las pieles secas o sensibles deben ser especialmente cuidadosas, ya que el frío puede inducir microlesiones o exacerbar la sequedad. Para las personas con rosácea o capilares rotos, esta práctica está totalmente desaconsejada, ya que el frío intenso podría empeorar estas condiciones vasculares.
El uso incorrecto o demasiado frecuente de la inmersión en agua helada, especialmente en pieles jóvenes y sensibles, conlleva riesgos significativos. Entre los efectos secundarios potenciales, Illanes menciona el enrojecimiento excesivo o irritación, la resequedad y descamación, e incluso quemaduras por frío que pueden manifestarse en ampollas. Un riesgo adicional es la rotura de vasos capilares, particularmente visible en las mejillas y el área de los ojos. La especialista subraya que estos efectos no son infrecuentes y ocurren con mayor frecuencia de lo que se podría pensar.
Frecuencia, método de aplicación y precauciones
En cuanto a la frecuencia y la forma correcta de realizar esta práctica, Illanes recomienda limitar su uso a 2 o 3 veces por semana, con exposiciones que no excedan los 10 a 15 segundos por vez. Subraya que no es imprescindible sumergir todo el rostro; alternativas más seguras y efectivas incluyen el uso de compresas frías o masajes con hielo envuelto en una toalla fina. Una advertencia crucial es detener inmediatamente la aplicación si se experimenta sensación de ardor o entumecimiento.
Respecto a la integración de esta técnica en una rutina de cuidado facial, se desaconseja su uso después de la exfoliación, debido a la mayor sensibilidad de la piel. Sin embargo, podría aplicarse antes de la aplicación de sueros o cremas, ya que el frío puede ayudar a calmar la piel y cerrar los poros, siempre asegurándose de secar bien el rostro previamente.
La experta también advierte contra el uso de hielo en combinación con aparatología facial en casa, ya que el cambio brusco de temperatura podría interferir con la eficacia de los dispositivos y dañar la piel.