Este jueves 8 de mayo, el Vaticano informó que los cardenales eligieron al cardenal Robert Francis Prevost como el nuevo pontífice, quien adoptó el nombre de León XIV, durante el segundo día del cónclave tras la muerte de Francisco. Prevost, de 69 años, nacido en Chicago y nacionalizado peruano, se convierte en el primer papa estadounidense en la historia de la Iglesia católica, en un contexto marcado por el Año Santo convocado por su antecesor.
Nuevo pontífice desde el balcón
La tradicional aparición del humo blanco desde la chimenea de la Capilla Sixtina a las 18:07 hora local (16:07 GMT) confirmó que los cardenales alcanzaron un consenso y eligieron a León XIV. Poco después, el cardenal protodiácono pronunció el “Habemus Papam” desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.
Antes de convertirse en pontífice, Robert Francis Prevost ejerció como prefecto del Dicasterio para los Obispos. Su labor en América Latina especialmente en Perú, donde vivió más de dos décadas y obtuvo la nacionalidad destaca como una señal del acercamiento del Vaticano hacia la región.
Reacciones internacionales
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, felicitó al nuevo papa a través de su red social Truth Social. “Es un gran honor saber que es el primer papa estadounidense. Qué emoción y qué gran honor para nuestro país”, escribió, agregando que espera reunirse con el nuevo líder espiritual.
Desde distintos puntos del mundo, líderes políticos y religiosos han enviado mensajes de bienvenida a León XIV, destacando su perfil conciliador y su experiencia pastoral en zonas con desafíos sociales complejos.
Un pontificado con contexto latinoamericano
El Colegio Cardenalicio eligió al nuevo papa durante el Jubileo o Año Santo 2025, que Francisco convocó y que se clausurará el 6 de enero de 2026. Esto significa que León XIV liderará importantes eventos litúrgicos y reformas dentro del Vaticano en el marco de este período espiritual clave para los católicos.
Prevost tiene una sólida formación teológica y es miembro de la Orden de San Agustín. Su designación ha sido interpretada por analistas como un gesto de continuidad con el legado de Francisco, especialmente en temas sociales y de descentralización eclesial.