El teatro ecuatoriano se prepara para recibir una de las tragedias más emblemáticas de William Shakespeare: Otelo. La obra, dirigida por Ignasi Vidal y protagonizada por Ricardo Velástegui, se presenta este 28, 29 y 30 de agosto en el Teatro Sánchez Aguilar, en Guayaquil, a las 20h00. Se trata de un montaje que, además de exigir intensidad actoral, refleja la visión de Velástegui sobre el presente y futuro del arte escénico en el país: un llamado urgente a innovar y a apostar por producciones de mayor alcance.
“Ecuador no está en Netflix porque existe temor de hacer cosas nuevas y arriesgarse con producciones que sacudan la industria televisiva. Tenemos miles de historias nuestras que contar, pero seguimos en lo mismo y es lamentable”, aseguró el actor en conversación con diario EXTRA. Para él, la ausencia de contenido ecuatoriano en las grandes plataformas no se debe a falta de talento —“tenemos de sobra”— sino a la falta de determinación para dar el paso hacia una parrilla de exportación.
Velástegui entre Shakespeare y el público moderno
Llevar a escena Otelo ha significado para Velástegui un reto doble: encarnar la complejidad emocional del personaje y, al mismo tiempo, acercar la poesía shakesperiana al espectador actual. “Lo que se intentó hacer ahora es adaptar este clásico a la modernidad, que no sea 100% poesía shakesperiana, sino que tenga un lenguaje más fácil de digerir para un público que quizás no esté acostumbrado a ver clásicos. Aun así mantiene la belleza de los textos originales”, explicó.
La puesta en escena dura dos horas y se desarrolla en un escenario poco convencional: un cuadrilátero. El público se ubica muy cerca de los actores, generando una experiencia inmersiva. “Es como un 3D teatralmente hablando. Se rompe la barrera entre intérprete y espectador, lo que intensifica cada gesto y palabra”, comentó el artista.
El rol de Otelo deja huella en el actor
El clímax de la obra —cuando Otelo asesina y enfrenta las consecuencias de su decisión— representa para Velástegui uno de los momentos más exigentes de su carrera. “Hay funciones en las que termino destrozado, realmente en llanto, porque la obra exige una concentración al 100%”, confesó.
Más allá del reto personal, el actor destaca la vigencia del texto. Los celos, la manipulación y la fragilidad de la confianza son sentimientos que trascienden épocas. “Es una historia que habla sobre emociones que todos hemos experimentado en algún momento”, señaló.
¿Qué quiere el público?
Velástegui rechaza la idea de que los ecuatorianos solo quieran consumir comedia. “Eso es imposible. Basta mirar plataformas como Netflix o Max para ver la diversidad de gustos. El problema es que en el teatro muchas veces solo se ofrece comedia, y claro, eso condiciona al público. Pero sí existe gente que necesita ver otro tipo de propuestas, como este clásico de Shakespeare”, afirmó.
Para él, una de las claves para no perder público ha sido apostar por el microteatro, pese a las críticas que recibió este formato en sus inicios. “Muchos decían que prostituyó la escena ecuatoriana, pero yo lo defiendo. He visto crecer artistas que empezaron en mis espacios y ahora están en televisión o en grandes obras”.
Camino a Netflix
Convencido de que Ecuador tiene todo lo necesario para estar en el radar internacional, Velástegui insiste en que falta creérselo. “Primero debemos convencernos de que podemos hacerlo, porque hay una pared gigante que nos impide pasar esa cerca. Yo sí me veo en Netflix de aquí a cinco años, no sé cómo, pero lo voy a lograr. Estoy trabajando en proyectos que tendrán rebote en la plataforma. Ojalá esta entrevista quede registrada para que se vea que lo conseguí”.
Con Otelo, Ricardo Velástegui no solo asume uno de los personajes más intensos de la dramaturgia universal, sino que reafirma su compromiso de abrir camino hacia un teatro y una producción audiovisual más ambiciosa. “El arte no es solo entretenimiento; también debe sacudir y dejar huella”, concluyó.