Terminada la campaña, el país vuelve a la normalidad, a respirar aires de libertad, democracia y esperanza; se acabaron los días de discusiones, enfrentamientos, zozobras, inestabilidad pensando si venía un régimen socialista o qué riesgos traería pensar en apostar por un régimen con políticas parecidas a las de Venezuela, Bolivia, Cuba o Nicaragua.
Ningún gobierno o presidente es infalible o perfecto; sin embargo, nos gusta pensar que Ecuador es un país donde podemos vivir en paz, en libertad y donde aún se mantiene la democracia, una que nos permite elegir, criticar, analizar y hasta vilipendiar a las autoridades sin que por ello alguien salga afectado, porque más allá del respeto o irrespeto que muchos tienen por las personas o por quienes están al frente de las instituciones, sabemos que la forma de expresión y de vida que tenemos es absolutamente libre y voluntaria de cada uno de nosotros.
Alguien decía qué tan libres somos, y solo pude decir: tan libres somos en Ecuador que elegimos estudiar, trabajar, casarnos, tener hijos, vivir en el campo, en la ciudad, pasear, tener amigos, comer lo que nos plazca; en fin, esa elección que nos hace sentir libres, diferentes; aún tenemos barreras o limitaciones económicas de acuerdo a nuestro nivel de vida, de trabajo o de supervivencia, pero eso no nos quita la oportunidad de vivir en libertad, lógicamente sin olvidar las leyes y reglas que nos indican cuándo nos excedemos.
Por ello, es el momento de valorar lo que tenemos: un país rico, lleno de oportunidades, con una idiosincrasia maravillosa y diversa, con una flora y fauna increíble, con una riqueza gastronómica digna de los dioses; entonces, ¿por qué no apostar a este Ecuador, a este país que nos vio nacer, donde hemos aprendido a hacer patria, donde hemos luchado por mejores días? Y aunque hemos tenido mandatarios que no han sido efectivos o eficaces, también es cierto que han aportado a hacer de este país lo que hoy tenemos; hemos avanzado en industrias, en tecnología, en infraestructura, en educación, en salud; aún falta mucho por hacer, falta mucho más porque hemos crecido en población, en necesidades, en conocimiento, lo que hace que podamos criticar, exigir y hasta elevar el nivel de reclamo.
Hoy tenemos un presidente joven, con sueños, con energía y fuerza para enfrentar los grandes retos sociales y económicos que nuestro país tiene; pero nos necesita a todos, para que ayudemos a empujar el barco y para que le digamos cuando las cosas no se hagan bien.