Devotamente, la fe es ese dogma que conduce fervientemente al creyente a confiar en un Ser Superior a él. Es esa esperanzadora confianza espiritual en poder lograr un anhelo, un bien, un milagro. Es la subjetiva seguridad que emerge de nuestro álter ego con absoluta amistad en el Ser Eterno: vivir con nuestros seres queridos boyantes, sin miedo a la aprensión ni temor al desasosiego. Una comunidad cristiana es la que sigue con fervor y ardor las huellas de Jesús. “Yo soy el camino, la verdad y la vida” es la consoladora oración que Él nos legó. Y es en este pedregoso peregrinar vivencial en el que siempre nos acompaña su madre, la Virgen María. Ella es la Medianera que escucha amorosamente todos nuestros ayes y congojas y, como Madre Celestial, los presenta ante su Hijo Jesús para hacernos alcanzar de Él los favores y peticiones que anhelamos.
María es la Madre admirable del Hijo a quien Dios Padre entregó y confió a su Unigénito; es el santuario de la Santísima Trinidad, es el origen señalado en el que únicamente puede acceder el Espíritu Santo. En Ella hallamos la Teofanía del Altísimo.
Después de cumplir su misión terrenal, es Asunta al Cielo. Dios le entregó a la Virgen María, por sus cualidades eternas y virtudes admirables, dones y misiones celestiales para coadyuvar y amparar de sus sofocos y tribulaciones al Pueblo de Dios. Imbuidos por este precepto eterno, desde la vigencia del catolicismo el Pueblo cristiano erigió a la Madre de Dios también como su Madre y Protectora, afincando con el tiempo su fe.
En Portoviejo, por siempre ha sido venerada y aclamada como Patrona y Protectora la Virgen María en la advocación de La Merced. Septiembre es el mes en el que la ciudad se convierte en un epicentro de devoción y alegría. Durante 16 días seguidos, la Llena de Gracia recorre en las auroras los diferentes sectores de la urbe. Los asistentes, que suman miles, la acompañan rezando el Santo Rosario y cantando plegarias en su honor.
Los sitios y barrios por donde Ella peregrina engalanan casas y veredas con globos y gallardetes; se entonan ritmos marianos y, a su paso, le lanzan serpentinas y pétalos de flores, con un talante de amor y algarabía. Durante estos días festivos su santuario es visitado por autoridades, estudiantes, comerciantes, empresarios y empleados públicos y privados que son formalmente invitados a la celebración de las santas misas. La noche del 24, en una solemne y multitudinaria procesión, la Madre de la Misericordia es orlada para la ocasión y recorre el centro de la ciudad recibiendo serenatas, homenajes, la fe y entrega de este pueblo mariano. Todo esto bajo una planificada organización de la parroquia eclesiástica La Merced.