La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) ha informado que la supervivencia de los pacientes con linfoma ha alcanzado una tasa superior al 75 % a los cinco años, gracias a avances médicos y terapéuticos desarrollados en las últimas décadas. La cifra fue publicada con motivo del Día Mundial del Linfoma, celebrado este 15 de septiembre, en el marco de un repaso a la evolución del tratamiento de esta enfermedad, considerada ya como una neoplasia curable en la mayoría de casos.
Un panorama clínico en constante transformación
El linfoma es el sexto tipo de cáncer más común en España, con una estimación de 10.383 nuevos casos de linfomas no hodgkinianos y 1.732 casos de linfoma de Hodgkin durante 2025, según datos del informe Las cifras del cáncer en España. Este crecimiento en la incidencia se ha enfrentado con un desarrollo constante de opciones diagnósticas y terapéuticas.
Los primeros grandes cambios se dieron en los años 70 con la introducción de combinaciones modernas de quimioterapia, que por primera vez permitieron la curación definitiva en algunos pacientes.
Desde entonces, cada década ha traído herramientas diagnósticas más precisas, como las técnicas de biología molecular, que permiten identificar los distintos subtipos de linfomas. Esta precisión diagnóstica es clave para establecer tratamientos personalizados, lo que mejora significativamente los resultados clínicos.
Terapias dirigidas y anticuerpos monoclonales
Uno de los hitos terapéuticos más relevantes fue la incorporación de los anticuerpos monoclonales junto con la quimioterapia a principios del siglo XXI. Este enfoque logró aumentar el número de curaciones y ampliar la supervivencia, incluso en pacientes con formas agresivas de linfoma.
En los últimos años, el desarrollo de anticuerpos biespecíficos, como mosunetuzumab y epcoritamab, ha abierto nuevas posibilidades terapéuticas. Estos fármacos permiten activar directamente las células del sistema inmunitario contra las células tumorales, lo que representa una estrategia menos invasiva y más dirigida que la quimioterapia tradicional.
A estos avances se suma la terapia CAR-T, aprobada recientemente para el tratamiento de linfomas foliculares. Esta modalidad de inmunoterapia utiliza células T del propio paciente modificadas genéticamente para reconocer y destruir células cancerosas, ofreciendo resultados prometedores incluso en pacientes con recaídas.
Nuevas generaciones de tratamientos: más opciones, mejor pronóstico
La SEOM también ha resaltado la eficacia de los inhibidores de la tirosin-kinasa de Bruton, especialmente en linfomas de células del manto, tanto en terapias de rescate como en primera línea. Estas moléculas bloquean vías específicas que las células tumorales necesitan para crecer, lo que permite frenar la progresión del cáncer de forma más selectiva.
Además, se han introducido con éxito anticuerpos conjugados de nueva generación, como polatuzumab y brentuximab, para casos específicos de linfoma B y T, así como para el tratamiento del linfoma de Hodgkin.
La terapia CAR-T también se ha consolidado como una estrategia de rescate en linfomas B agresivos, sustituyendo cada vez más la quimioterapia intensiva acompañada de trasplante de progenitores hematopoyéticos (TASP), que queda relegada a indicaciones puntuales.
Por último, nuevos anticuerpos biespecíficos como glofitamab y epcoritamab han demostrado eficacia en pacientes con recaídas y se perfilan como una opción de primera línea en el tratamiento futuro de los linfomas agresivos de estirpe B.
Un modelo de éxito en oncología
Desde la SEOM se señala que los linfomas constituyen un “paradigma de neoplasia curable”, al tratarse de una enfermedad oncohematológica donde la combinación de innovación diagnóstica, terapia dirigida e inmunoterapia ha dado resultados visibles y sostenibles.
Los especialistas advierten que el desafío actual está en garantizar el acceso equitativo a estas terapias innovadoras y en seguir investigando para adaptar los tratamientos a cada subtipo de linfoma.
En este contexto, la conmemoración del Día Mundial del Linfoma sirve como recordatorio de los logros obtenidos, pero también como una llamada a mantener la inversión en investigación, para seguir mejorando la calidad de vida y la supervivencia de miles de pacientes en España y el mundo.